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LATIN GIRL, EMILIA MERNES— Que no hay otra que, lo mueva comote lo muevo, latín Girl, soy tu latín Girl

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LATIN GIRL, EMILIA MERNES
Que no hay otra que, lo mueva como
te lo muevo, latín Girl, soy tu latín Girl.

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LUCIANA

— Dale Enzo, ¿Me vas a hacer caso?— me crucé de brazos frente al morocho que estaba sentado en mí cama con el celular.

Este solo se limitó a mirarme y seguir concentrado en lo que sea que estuviera haciendo en su celular.
Ya frustrada me acosté a su lado con el mío, reojeando las redes sociales, pero fue en vano, nada nuevo.

— Enzo, ¿Vos querés que te ruegue no?— el morocho intentó reprimir una sonrisa, pero no pudo. Dejó su celular al lado y volvió a cruzarse de brazos.

— Es lo mínimo que podes hacer, además de chuparme la pija y entregarme el orto.— lo miré mal y sonrió de oreja a oreja. Yo bufé y me arrodille frente a él.

Enzo aún seguía con su sonrisa sobradora, pero apoyó sus palmas en el colchón.
Puse mis manos en sus muslos, sin ejercer ninguna presión, solamente mirándolo.

— Enzo, ¿Me perdonas?— el morocho apretó sus labios y negó levemente.

Bufé nuevamente y pase mis manos a lo largo de su pija por encima del pantalón.
Le iba a quitar la sonrisa esa de un beso.

— ¿Me vas a perdonar o no?— lo mire mordiéndome el labio, él se puso serio y agarró mí muñeca.

Me acerco hasta él, haciendo que me siente encima.

— Te dije que no.— pasó las manos por debajo de mí pollera, apretando mis nalgas.

Yo pasé las mías debajo de su remera, sintiendo sus duros abdominales, disfrutando cada toque y roze.
Cada vez iba sintiendo como su pija crecía más y más, cosa que me calentó como una pava.
Me baje de su regazo rápidamente para bajar su pantalón, dejando ver su gran erección palpitante.
Escupí la punta y pase mis manos de arriba hacia abajo con una velocidad moderada, cosa de que esto también lo torture a él.
Pasé mí lengua a lo largo de todo su tronco, pero siempre despacio. La cara de Enzo era digna de encuadrar.
Metí nada más la punta a mí boca y su mano fue directo a mí cabeza sin ejercer presión, pero si agarrando el pelo de la colita que yo anteriormente me había hecho.
Fui bajando y metiendo más a medida del tiempo, el morocho ya no aguantaba más que lo estuviera torturando así.

— Luciana…— echó su cabeza hacia atrás, largando suspiros roncos.

Aumenté más la velocidad, y con esto sus gemidos aumentaron.
Su mano derecha ejerció presión en mí cabeza, logrando que mí nariz roce su pelvis, y que aparezca una arcada de lo más fondo de mí garganta.

— Fa, no me podes hacer tremendo pete hija de puta.— dijo viendo cómo me limpiaba los labios.— Me toca.— me guiño su ojo y me reí.

Me alzó acostándome bruscamente en el colchón.
Abrió mis piernas de un solo saque.

DILES         | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora