XLVI | El Hilo de las Moiras |

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| Música de Multimedia: Naruto OST - Shippuden - Yasuharu Takanashi  |

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"La velocidad es algo peligroso pero muy emocionante».

Valentino Rossi—.

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El día de visitas había llegado a su fin y Tamara se encontraba recargada en la pared del elevador, observando el techo y tarareando la melodía de espera. El persistente sentimiento de culpa no había menguado a lo largo del día, lo que provocó un cansancio más profundo de lo habitual, sumado al extraño comportamiento del personal médico que la acompañaba.

—Una ducha me vendría de maravilla —murmuró para sí misma. El sonido del pitido del elevador la sacó de sus pensamientos, y los números que aparecieron en la pantalla indicaban que se encontraba en el nivel "PB"—. Necesito unas vacaciones urgentemente —pensó en voz alta mientras su cuerpo se movía ligeramente al sentir un leve golpe en la estructura metálica. Al alzar la vista, las puertas metálicas se abrieron de par en par, revelando un escuadrón de soldados armados esperándola. Solo pudo soltar un suspiro cansado.

—Si buscan al Capitán Tully, está en el piso quince, en la habitación...

—¿Capitán Murdock? —preguntó uno de los soldados, llamando su atención y activando sus instintos de supervivencia. Inconscientemente, llevó su mano a su cinturón—. Debe acompañarnos, la General requiere su presencia en la base.

—Díganle a la General que mi descanso ha comenzado, soldado —dijo Tamara, apoyando todo su peso en sus piernas, decidida a salir del elevador. Los guardias no se movieron—. ¿Me permiten salir? Debo ir a ducharme y quitarme la armadura, la sangre...

—Capitán Murdock —interrumpió el mismo guardia, colocando su mano entre las puertas para evitar que saliera. Este gesto la hizo enfadar—. Le insisto en que debe acompañarnos, es una orden.

—Y yo te estoy dando otra, soldado —respondió Ariel II con firmeza, tomó el brazo del soldado y lo quitó con facilidad, empujándolo con ira—. Díganle a la General que me presentaré cuando esté de servicio. Debe respetar los descansos que ella misma otorgó.

La Arcángel empujó al soldado y el pelotón se abrió, dejándola salir. Todos se mantenían firmes ante su paso, mientras el líder de los soldados maldecía por lo bajo.

—¡Capitán Tamara! —exclamó el líder de pelotón, todos los presentes llevaron sus manos a sus pistoleras, incluida ella—. Le dije que debe acompañarnos. Tenemos autorización para usar fuerza letal. ¡Soldados, arresten a la Capitán por insurgencia!

Dos soldados la sujetaron con fuerza de los brazos. Sintió el agarre y, para liberarse, utilizando el centro de gravedad de los soldados, realizó una pirueta invertida, torciendo sus manos y liberándose. Luego, llevó su mano dominante a la guarda de la espada.

—No es una buena idea, soldado. No son suficientes para vencerme...

—Lo sabemos, Capitán —dijo el líder de pelotón, alzando un control con un único botón—. Por eso, la General nos dio esta orden.

La Arcángel intentó desenvainar la espada, pero una potente corriente eléctrica la paralizó, dejándola retorciéndose en el suelo. El líder de pelotón se acercó a sus subordinados, les dio una orden con un gesto rápido y observó a Tamara, quien convulsionaba.

—Sabemos de su fuerza, Capitán Tamara —confesó el líder de pelotón, colocándose de cuclillas cerca de ella—. Por eso, la General nos dijo que no entráramos en conflicto con usted. Debe entender que los deseos de nuestra General son absolutos y nadie puede estar por encima de ellos. —Se levantó y se volvió hacia su pelotón, que estaba en fila con las manos protegidas con guantes aislantes—. ¡Soldados, llévensela!

Arcángeles Ancestrales: Leyenda IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora