Las despedidas siempre duelen

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El camino de luz finamente se está oscureciendo, estoy comenzando a perder la esperanza de salir de aquí, creo que esto en verdad es una despedida.

Pueblo "Las Ánimas", México.

Aquellas paredes que en la primera visita se sentían cálidas, ahora parecían lúgubres al ocultar un pasado desconocido para los jovenes héroes, los cuales estaban sentados en una mesa de madera cerca de la cocina, misma de donde un adolescente de cabello oscuro salio con un par de tazas con café.

-Antes de darles lo que les preparó, necesito saberlo.-dijo con algo de pesar el chico mientras le otorgaba a Damian la taza de café más oscura que habia.

Un silencio prosiguió a las palabras de Sam, sin embargo no estaba dispuesto a dejarlo pasar en esta ocasión.

-¿Cómo ocurrio?.-pregunto sin tapujos ni rodeos mientras sorbía la bebida de su taza.

El rostro del petirrojo comenzó a apagarse poco a poco, pero muy para sus adentros él sabía que no tenía derecho a negarse a dar una declaración, despues de todo tenía enfrente a la persona que le dio un hogar a su hermano, aun y cuando él desconfió de su palabra y lo dejo a su suerte. Con cada palabra que espetaba el hijo del murciélago, el corazon de Jonathan poco a poco comenzaba a darle malestares al recordar aquellas palabras que susurro en su último aliento ese chico de cabello castaño, aquellas mismas que jamas le diria a su novio para no hacerlo sufrir.

Les falle... lo lamento.

El joven anfitrión dejo en la mesa una taza llena hasta el borde de café, despues de escuchar con exactitud cómo habían ocurrido las cosas, como es que el "justiciero" entrenado del pueblo fue asesinado no quiso beber más. Con un semblante doloso, el pelinegro se levantó y los invito a pasar a un despacho en donde Damian ya habia estado antes, era la habitación que el de sombrero negro le habia prestado para que pudiera interrogar a ese mercenario a sueldo. Un milímetro antes de que pudiera tocar la perilla y abrir la puerta, un toqueteo proveniente desde la puerta principal llamó la atención de los tres chicos.

-¿Esperas visitas?.-pregunto Jonathan ya una vez que regreso a sí mismo.

-A nadie.-dijo en voz baja mientras se deslizaba lentamente hacia el arma de fuego que dejo recargado en una pared detrás de su asiento en la mesa.

Una vez la tenía en su poder, camino lentamente hacia la puerta y de un jalón rapido, el dueño de la casa abrió la puerta y apunto directamente a la cara del visitante inesperado, sin embargo lo que encontró del otro lado del marco de la entrada hizo que bajara rápidamente su arma y pidiera disculpas.

-Ay mierda, lo siento, pasa.-dijo apenado el de cabello negro mientras le permitía el paso al visitante que se estaba congelando a las afueras de la casa.

Damian y Jonathan miraban con tristeza y compasión como una mirada dorada con los ojos inflamados se encontraba con los de ellos.

-Lo lamento.-dijo rapido Jonathan mientras se acercaba a su amigo y lo abrazaba fuertemente, escuchando como un suspiro tapaba los enormes intentos de Adam por no dejarse caer nuevamente en sentimentalismos.

-Estoy bien Kent.-dijo con la voz quebrada, sin embargo al soltarse del abrazo del kryptoniano, el chico mágico se giró con el pelinegro y lo tomo por el cuello de la camisa para despues arremeter contra el en dirección a una pared cercana.

-¡¿Qué estás haciendo Constantine?!.-interrumpió Damian mientras ponía su mano enguantada en uno de los brazos del chico de abrigo café y forcejeaba un poco con él, librando al anfitrión de su agarre.

Los ojos llorosos y con apariencia de estar inyectados con sangre del rubio hicieron que la poca consciencia del pelinegro volviera a sí.

-Solo síganme.-dijo a secas mientras volvía a dirigirse a aquel despacho.

El destino es cruel {Damijon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora