Sobre

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Karma se encontraba entrenando a la antigua: con un costal de box, pero sin guantes, ¿Qué importaba la seguridad de sus manos cuando su Nagisa se encontraba en sepa qué lugar, obligándolo a sabe que cosas? Sus puños se encontraban rojos y con rasguños que se abrían poco a poco. El costal solo se movía de un lado a otro. El sonido del costal chocando con los puños, las cadenas de la cual estaba colgado el objeto era lo único que lo acompañaba, junto con sus jadeos y gruñidos. Las heridas provocadas por lo sucedido en la noche de hace una semana ya se habían ido, así que ahora se sentía perfectamente —físicamente hablando—, psicológicamente el chico se encontraba tan destrozado que no importaba que hiciera siempre en su mente se encontraba esa enorme y brillante sonrisa, esos ojos azules que le recordaban a un mar oleado. Si, lo recordaba cada segundo de sus días, pero la noche permanecía acostado en su cama bañado en sudor y lagrimas secas permanecían en su mejilla, ya que la imagen de su chico llorando y gritándole lo atormentaba, ¿Cómo no?, si los estaba llamando y él no había podido hacer nada. Gruño golpeando con fuerza esa bolsa de cuero negra que contenía aserrín.

—Estupidez, estupidez —repetía golpeando con más rapidez y fuerza.

Quería hacer algo, quería salir corriendo e ir a buscar al chico. Lo quería. Suspiro, dándole un débil golpe a la tela negra.

Ya. Lo aceptaba. Lo adoraba, lo quería, lo... amaba. No entendía mucho eso de sentirse así, además de que de la persona que se enamoro fue de un chico —lo cual no era gran cosa viviendo en ese mundo—. Un chico de larga melena de color como el cielo de la mañana, brillantes piedras turquesas como ojos, suaves labios rosados, ese olor cálido y refrescante que emanaba. Se dejo caer en el suelo, respirando entrecortadamente. "Amo a Nagisa Shiota" se dijo. Entonces recordó vagamente cuando hizo el pacto... recordaba que antes de despertar en la arena, le había dicho algo esa mujer de largos cabellos blancos.

—Karma, ¿Aun sigues aquí? —pregunto Itona bajando las escaleras de metal.

La mirada vacía del más alto se dirigió hasta donde lo habían llamado.

—¿Tú qué crees? —contesto secamente.

El peligris suspiro.

—Solo vine para decirte que ya vamos a cerrar, ya es tarde y mañana, hasta donde sé, tienes una disgregación —se coloco a un costado de pelirrojo.

—Eso a mí no me importa —se levanto y siguió golpeando.

El chico suspiro.

—Karma —lo llamo.

Pero el ojidorado lo ignoro.

—Terasaka tiene una carta para ti de parte de la parlamentaria Kaede Kayano.

Su cuerpo se congelo y su mano se quedo estático antes de siquiera poder rosar sus nudillos con el costal. Lo volteo a ver con las cejas arrugadas.

—¿De quién?

—Kaede Kayano —repitió.

Trago saliva, "pero...¿Qué?" sin esperar mucho salió corriendo en dirección a las escaleras y directo al chico rubio.

—Terasaka, dame esa carta —le exigió mirándolo con los ojos como témpanos.

El rubio sabía que era mejor no hacer esperar a Karma y menos cuando tenía esa clase de mirada. Y de su pantalón saco un arrugado sobre color blanco. Cuando lo tuvo a la vista se lo arrebato saliendo casi corriendo de ese lugar dejando a la pareja confundida.

Abrió la puerta y dejo cae su cuerpo al cómodo sillón que tenía, abriendo sin reparos la carta, y en ella encontró un pequeño cuadrito de metal, era una grabadora de voz, apretó el pequeño botón negro.

DisgregarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora