Adiós

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Todo había pasado tan rápido.

El hielo derritiéndose mientras ellos se vestían rápidamente e intentaban escapar.

Los gritos de Kayano, intentando entrar junto con los guardias.

Ellos viendo que ya no tenían opciones.

Ellos dándose un último beso antes de ser separados a la fuerza por los guardias.

Los gritos, los sollozos y golpes.

...

El hierro chocando contra la piel blanca del pelirrojo hacía eco en aquel —frio, incómodo y tenebroso— cuarto de paredes corroídas y viejas, junto con los gemidos, gritos, llantos y maldiciones, por parte de los dos amantes.

— ¡Kayano, por favor para! —le gritaba el menor mientras intentaba desesperadamente de quitarse los grilletes que tenía en las muñecas que lo unían al suelo.

Frente a él se mostraba a su Karma, colgando del techo y sus piernas atadas al suelo. Su piel blanca estaba manchada por sangre que le salía por cualquier parte del cuerpo, pero no se esperaba menos, ya que los guardias (que eran seis), lo estaban golpeando con garrotes, quemándolo con metal, algunos solo le pegaban con los puños para luego bañarlo en alcohol, provocando con esto que el tiempo de vida del pelirrojo bajara de a poco en poco.

Kayano solo lo miraba con una sonrisa en sus labios, los pómulos pintados de rojo y los ojos bañados en brillantina. Ignoraba las suplicas de su muy preciado disgregado —aunque le partía el corazón escucharlo—, pero era necesario en sellarle una lecciones, ya que había roto su promesa de "no travesuras".

—¡¡Kayano!! —volvió a gritar con los ojos llenos de lágrimas y mucosidad.

La peliverde lo volteo a ver con ese rostro reluciente de felicidad.

—Nagisa, por favor, guarda silencio no me dejas escuchar el martirio de Karma —y con eso dicho giro de nuevo su cabeza para contemplar a un ya cansado ojidorado.

Pero el peliazul no le hizo caso, siguió gritando, llamando a su amado, diciéndole que lo amaba y que lo perdonara por lo que estaba pasando. Kayano al escuchar esto hizo que uno de los guardias le cubriera la boca con trapo.

Karma que miraba las escenas, algo borrosas, pudo ver como amordazaban a Nagisa.

—D...d...déjalo —dijo con dificultad pero con furia.

— ¿Por qué tendría que obedecerte? —camino hasta donde estaba y con su mano paso el área donde mostraba el tiempo de vida del chico, arrugo el labio —. Aun tienes mucho —dijo mientras enterraba sus uñas y le indicaba a sus gorilas a que lo golpearan con un mazo con púas.

Ya nada salía de su boca del chico, solo los recibía con el rostro serio. Retando a la peliverde con la mirada. La chica le sonrió.

—Pareciera que te hiciste inmune al dolor —rio levemente.

—No soy inmune, puedo soportarlo —la miro a los ojos y también sonrió —. No te daré el placer de volver a escuchar mis lamentos.

Los ojos de la contraria se oscurecieron al igual que su sonrisa. Karma supo que lo que seguía a continuación no iba hacer nada bueno, pero no le importaba, podía soportarlo.

— ¿Crees que no puedo hacer que te lamentes? —Pregunto entre dientes —, ¿Crees...que no lo puedo lograr? —mostro sus dientes.

El cuerpo del mayor se tensó y sintió un escalofrío desde la punta de su cabello hasta las uñas de los pies. Trago saliva.

DisgregarseWhere stories live. Discover now