Capitulo 1

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—Ya sabes de qué va esto. Tú aceptas. Sin rechistar. Nosotros nos ocupamos del transporte y de la excavación, y luego te entregamos el dinero. Tus tierras volverán a estar como antes, no se notará nada.

El hombre, bajo y moreno, de rostro curtido por el sol y por el tiempo, escrutó a Landon con desconfianza. Luego contempló por un instante la tierra, oscura, salpicada de olivos, y negó despacio con la cabeza.

—¿Qué es lo que no te parece bien, eh? —le urgió Landon con la voz alterada. Con solo veintidós años tenía el tono grave y ronco de los que acostumbran a fumar y a gritar. Su cuerpo nervioso no soportaba la falta de acción. Incluso cuando tenía que permanecer quieto, a la espera, no podía dejar de balancearse sobre los pies con impaciencia.

 El hombre volvió a negar con la cabeza.

 —Quiero el dinero cuanto antes.

 Landon se echó a reír y miró por encima del hombro. A poca distancia de ellos dos, a la entrada del camino que llevaba a la finca, estaba estacionado un enorme todoterreno negro, manchado del polvo del campo. Apoyado en una de las puertas estaba un chico de pelo oscuro con las piernas cruzadas, aparentemente más joven que Landon. Llevaba vaqueros y camiseta, daba la impresión de que estuviera a punto de echar a correr detrás de un balón en mitad de aquellos campos con olor a flores y a tierra recién arada. En lugar de eso, devolvió la mirada a Landon y alzó levemente el mentón, en una actitud más adulta de lo que aparentaba.

—Un trato es un trato, viejo estú’pido —exclamó Landon con una sonrisa que en un instante se había convertido en una mueca torcida. Se echó mano al bolsillo trasero del pantalón, donde tenía la pistola. Sentía palpitaciones en los dedos.

—Mi mujer tiene que hacerse la operación cuanto antes —insistió el viejo—. No puedo esperar, no hay tiempo.

 Landon ignoró el tono suplicante y las lágrimas que asomaban a los ojos del agricultor. Siempre la misma historia. Todos tenían algún asunto que resolver, todos querían el dinero de inmediato. Pero ninguno tenía la mínima idea de lo que significaba manejar un negocio como aquel. Landon no podía fiarse de nadie.

 Sacó la pistola y apuntó al viejo en la sien. Éste se irguió al instante.

—Vamos a ver si así te convenzo. Voy a abrirte un agujero en la cabeza y a meterte dentro una idea muy simple: nosotros no pagamos por adelantado.

 —¡Landon! —gritó el chico junto al coche, enderezándose.

 —¡Métete en tus asuntos! —chilló Landon a modo de respuesta—. Estoy hasta las narices de tratar con estos pedigüeños. Carguémonoslos a todos y quedémonos con sus tierras —añadió, mientras apretaba el cañón de la pistola contra la sien del agricultor—. ¿Qué me dices? ¿Te parece bien? Os mando a ti y a tu mujer derechitos al otro barrio, así vosotros resolvéis vuestros problemas y nosotros, los nuestros.

 El hombre, que no se atrevía a moverse, escuchó el sonido de unos pasos rápidos sobre la grava. Un segundo después, el chico moreno estaba junto a ellos.

 —¿Qué es lo que estás haciendo? —exclamó, mirando la pistola con inquietud—. Seth ya te ha avisado, no hagas ninguna tontería.

 Al escuchar el nombre de su padre, Landon aflojó un poco la presión sobre el arma. Los nudillos recuperaron el color. Y el viejo, instintivamente, aprovechó para escapar. Echó a correr, como si creyera que podía alcanzar la casa antes de que el proyectil de Landon lo alcanzara a él. Como si los muros del lugar donde había nacido y crecido pudieran bastar para protegerlo.

—Maldito bastardo —dijo Landon apuntándole. El chico moreno fue más rápido: con un movimiento de la mano desvió el brazo de Landon, que disparó al aire. La bala silbó y acabó clavándose en el tronco de un olivo cercano.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora