Capitulo 24

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—¿De verdad tiene que venir él también? —siseó Eleanor a su padre, sentada junto a él en el asiento trasero de un coche oficial.

 —Sí.

 Al volante iba un hombre de unos treinta y cinco años, vestido con traje y corbata, que conducía con rigidez, como si temiese que el coche pudiera desobedecerle.

 —No tenemos que darle conversación, ¿no?

 Su padre suspiró.

 —No. Nino se quedará fuera mientras nosotros cenamos.

 Eso era suficiente para Eleanor, aunque se preguntaba que haría Nino durante todo ese rato, con el frío que hacía y sin nada que comer. Por un segundo, estuvo tentada de invitarlo, pero se lo pensó dos veces.

 Su padre había insistido en celebrar su dieciocho cumpleaños pero, en realidad, si pudiera haber elegido libremente, Eleanor  habría preferido quedarse en casa. No le gustaban las fiestas de cumpleaños, mucho menos la suya. Y sin Jack, sin su madre y sin Kyle a su lado, no tenía mucho sentido pretender que era feliz porque había pasado un año más.

 Llevaba años soñando con ese momento, desde que era pequeña. Se había imaginado que cuando alcanzara la mayoría de edad recibiría algún súper poder o que, al menos, le regalarían el carnet de conducir.

 Ahora no significaba nada. Pero fingió para complacer a su padre, ya que parecía importarle mucho.

 Nino se detuvo junto al restaurante, un local lujoso con velas, manteles inmaculados y un camarero que nunca se separaba de la mesa, consiguiendo que Eleanor se sintiese incómoda. No daba tiempo a que el vaso se vaciase y ya estaba lleno de nuevo, hasta que ella acabó poniendo la servilleta encima, con aire indiferente, para darle a entender que lo dejase. Su padre pidió por los dos y comió con apetito, a pesar de que se le habían marcado las arrugas de la frente en el transcurso de los últimos meses y había adelgazado algún que otro kilo. Cuando le sonó el móvil, frunció el ceño como si esperase una mala noticia, pero se relajó al leer el nombre en la pantalla.

 —Es de tu madre.

 —Es la tercera vez que llama hoy, ¿qué mosca le ha picado? —bufó Eleanor, mientras su padre descolgaba. Le escuchó responder con monosílabas, como de costumbre, sin llegar a sonreír ni una vez. Se preguntó si sus padres se echarían de menos o si ya se habrían acostumbrado a las circunstancias.

 Para ella, permanecer lejos  de Kyle, aunque fuera sólo por un día, se convertía en un sufrimiento. Tenía unas ganas desesperadas de verlo, de besarlo, su ausencia le provocaba un dolor sordo en todo el cuerpo.

—Quiere hablar contigo —dijo el juez mientras le pasaba el teléfono, con una mirada que le suplicaba que tuviese paciencia.

—Mamá —exclamó agarrando el móvil, antes incluso de llevárselo al oído—, ya me has felicitado.

 —Lo sé. Pero me pesa estar tan lejos y no poder celebrarlo con ustedes —respondió ella con voz melancólica.

 —Allí también tendrás alguna cosa que celebrar, ¿no? —replicó Eleanor con acritud. Estaba cansada de oír siempre la misma canción.

 —¿Qué quieres decir, querida? —dijo ella, perpleja.

 —Déjalo.

 Se hizo un momento de silencio.

  —Bueno, Pasala bien.

 —Gracias.

 —Y recuerda que el regalo es de parte de los dos, ¿eh? —añadió.

Die TogetherWhere stories live. Discover now