Capitulo 23

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La cena fue esplendida, como siempre.

 Pero Kyle fue incapaz de hacer gala de su apetito habitual. Movía el tenedor con cautela, como si le fuera a explotar en la mano, a la vez que miraba a los que estaban a su alrededor con recelo, escrutando las caras de aquellos altos que había querido, pero que ahora representaban una amenaza.

 Seth estaba tranquilo, sentado a la cabecera de la mesa, pero su actitud no era ninguna garantía. Tenía la capacidad de mantener la calma incluso cuando observaba como un hombre se desangraba a sus pies, tras haberle disparado.

 Por lo menos, Landon llegaba tarde y Kyle tenía una cosa menos de la que preocuparse, a pesar de que le resultaba imposible asegurarse de que no hubiera hablado con su padre sobre Eleanor.

 —Que callado estás, Kyle —dijo Lena, mientras le pasaba la bandeja con el pescado al horno—. No has comido casi nada. Tienes que alimentarte bien, si no ¿Cómo vas a poder con el instituto y todo lo demás?

 Típico de Lena. Llamaba «lo demás» todo lo que tenía que ver con los negocios de su marido, de los que no quería saber nada más de lo estrictamente necesario, por ejemplo, los muchos ceros de sus muchas cuentas bancarias repartidas por todo el mundo.

 —No tengo hambre, gracias —respondió él, rechazando con el gesto una nueva ración.

 Ashley, que estaba sentada a su lado, le toco la frente para comprobar si tenía fiebre.

 —Estás bien, la temperatura de siempre —anunció, a la vez que le sonreía. Llevaba puesto su mejor vestido, ceñido al pecho y a la cadera, de color morado, y botas de tacón. Pero lo único que veía Kyle era su sombra de ojos, demasiado llamativa. Era una chica guapa, tenía los rasgos un tanto infantiles, pero se esforzaba demasiado en aparentar ser adulta. Para alguien como él, amante del arte clásico y de la arquitectura, con sus formas puras, todo lo que fuera artificioso tenía algo de grotesco, casi vulgar.

 Cogió la servilleta de tela y se la pasó a Ashley.

 —Vamos, Kyle—bufó. Agarró la servilleta con desgana y la utilizo para quitarse el rojo intenso de sus labios—. ¿Qué? ¿Ya estas contento?

 —Tiene toda la razón —intervino Seth, pero miro a Kyle en lugar de a su hija—. Tanto maquillaje no conviene.

—Dejadla tranquila —los amonestó Lena. Mientras tanto, la criada había entrado en la habitación y estaba apilando los platos vacíos—. ¿Ahora sois dos contra una?

 —Así está mucho más guapa —replicó Kyle, esforzándose por sonreír.

 La criada empezó a servir fruta y dulces, colocando cubiertos y platos limpios. Ashley se había puesto a charlar de nuevo, contenta de que Kyle le hubiera dirigido un piropo, pero él no la escuchaba apenas. Continuaba observando a Seth, y, a medida que pasaba el rato, estaba más seguro de que algo no iba bien. Casi no le había dirigido la palabra en toda la cena y al llegar lo había saludado con frialdad.

 Kyle aguardo que las dos mujeres abandonaran la habitación, como acostumbraban a hacer al final de cada comida para dejar que Seth se relajase, y se acercó al mueble bar para servirle algo de beber, tal y como el otro esperaba.

 —¿Solo?

 —Sí.

 Le tendió el vaso de whisky y él se levantó de la mesa para acomodarse en el sofá.

 —Tenemos que hablar —dijo con un suspiro de cansancio. Kyle lo siguió en tensión y se sentó, manteniéndose a la expectativa, escuchar era siempre la mejor opción. Seth tenía un olfato formidable para las mentiras y le gustaba ser el que llevara las riendas del juego.

Die TogetherWhere stories live. Discover now