Capitulo 17

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Kyle conducía el coche con los ojos puestos en la carretera, inmerso en sus propios pensamientos, con la música alta. A Eleanor no le costó reconocer la canción porque llevaba meses sonando en su propio reproductor, pero no hizo ningún comentario. Se dejó llevar por las notas familiares y contempló a través de la ventanilla las casas y las luces que se sucedían como fotogramas en una película.

 No sabía dónde la llevaba y tampoco le importaba. El sentido común tendría que haberle sugerido que, ahora que conocía la verdad sobre él, Kyle podía ser peligroso. Eleanor no tenía ni idea de los mecanismos que regulaban su doble vida. Puede que eliminara a todo aquel que tuviese conocimiento de ella para no arriesgarse a tener testigos. En cualquier caso, no le importaba. Lo dejó conducir hasta las afueras, siempre en dirección al sur bordeando la costa y, en un determinado momento, cerró los ojos.

 Después, finalmente, el coche se detuvo.

 Habían llegado a un pueblecito que estaba atestado de turistas y veraneantes durante los meses cálidos, pero en ese momento aparecía desierto, oscuro y barrido por un viento frío. Las luces naranjas de las farolas proyectaban sombras extrañas en los muros de color blanco lechoso de las casas, y las persianas bajadas parecían los ojos cerrados de algún monstruo dormido.

 —¿Dónde estamos?

 —Baja —le dijo Kyle. Una vez en la calle, la cogió de la mano y ella la estrechó y siguió sus pasos por los callejones vacíos. Atravesaban una ciudad de fantasmas y quizá, como sucedía en algunos cuentos, al otro lado existía un mundo nuevo en el que podrían elegir las reglas. Aquel pensamiento la reconfortó, y se mantuvo aferrada a él como si fuese una protección contra el intenso frío, hasta que Kyle se detuvo frente a una puerta de cristal y la abrió, haciéndole un gesto para que entrase primero.

 Se encontraban en un restaurante muy elegante, con un enorme ventanal que daba sobre la escollera y sobre el mar bravío, que sí parecía sacado de un cuento. Mientras Kyle hablaba con el camarero, que les indicó una mesita apartada cercana al ventanal, Eleanor apoyó la nariz contra el cristal y miró las olas romper en los escollos y transformarse en espuma blanca.

 —Apuesto a que tienes hambre —le dijo Kyle cuando llegó hasta ella, mientras la abrazaba desde atrás. Su calor la envolvió y por un segundo olvidó el motivo por el que se encontraban allí. Eleanor se obligó a deshacer el abrazo, girándose hacia él.

 —La verdad es que sí —respondió con una sonrisa incierta.

 —Aquí podemos hablar tranquilos —le explicó él—. Y puede que razonemos mejor con el estómago lleno. Eso es lo que se dice en mi tierra.

 Se rieron en voz baja por lo absurdo de aquella convención y fueron a sentarse a la mesa. Guardaron silencio mientras comían los entrantes, que les sirvieron a la velocidad de la luz, quizá porque el restaurante estaba medio vacío. Eleanor tenía la cabeza baja para no mirar a Kyle a los ojos y él parecía no saber por dónde empezar.

Entonces, de repente, sacó el móvil del bolsillo y pulsó algunas teclas, buscando algo. Se lo pasó a Eleanor; en la pantalla aparecía una foto que había sacado hacía casi un año.

 —¿Qué es?

 Ella observó la imagen, era un retrato a carboncillo de una chica con un cierto aire anticuado, pero con el rostro luminoso y de hermosos rasgos.

 —¡Se parece a mí! —exclamó divertida. A pesar de que llevaban un peinado distinto, tenían facciones en común, como si fueran hermanas.

 —Lo sé.

 Lo miró con cara de interrogación. Kyle suspiró.

 —Yo... no sé ni por dónde empezar.

 —Inténtalo —le incitó ella. Tenían todo el tiempo del mundo, o al menos eso era lo que parecía en aquel rincón remoto.

Die TogetherWhere stories live. Discover now