Capitulo 11

3.5K 181 3
                                    

El padre de Eleanor se había tragado el cuento de la caída accidental, el mismo que habían contado en urgencias. Había resbalado, se había hecho daño y un compañero de clase con quien estaba haciendo un trabajo la había acompañado al hospital.

 Y aun así, no la dejaba tranquila.

 Estaba nervioso y cansado, se quedaba despierto hasta tarde, inmerso en sus papeles, y pasaba más tiempo con el comisario Leone que con Eleanor. Se había negado a que fuera al instituto con los puntos todavía recientes, por eso Eleanor se había pasado los dos últimos días en casa, sin forma alguna de comunicarse con Kyle, ya que no habían intercambiado ni teléfonos ni direcciones de correo.

 Sabía que, de haber querido, Kyle podría haberle pedido su número a Cherly, sólo para saber cómo se encontraba. Pero no lo había hecho. Y en el listín telefónico no aparecía ningún Harries.

 Ahora los folios con los retratos de Kyle estaban escondidos por toda la habitación de Eleanor. Creía volverse loca, y no hacía más que dibujarlo en su escritorio, sin separarse de la tortuga de escayola, pensando cómo era posible que el tiempo, a veces, pasase tan lentamente que pareciera inmóvil.

 Por fin, cuando pudo volver al instituto, atravesó el patio con las piernas temblorosas del nerviosismo. La moto de Kyle no estaba entre los ciclomotores aparcados, pero el cielo amenazaba lluvia y cabía la posibilidad de que hubiera ido en coche. Eleanor no entendía por qué estaba tan impaciente por verlo. Quizá simplemente lo echaba de menos, una idea absurda, dado que apenas lo conocía.

 «Las cosas están torcidas.»

 Eleanor no quería que estuvieran rectas. ¿Cómo podría hacerlo? Además, era tan difícil encontrar una persona «torcida», que quizá simplemente tuviera ganas de comunicarse con alguien que la comprendiera, que no se riera de ella por ser una inadaptada y por tener intolerancia cada vez que se enfrentaba a una situación «recta», de esas en las que las familias se sientan sonrientes en torno a la mesa del desayuno como si estuvieran en un anuncio de la tele y ni siquiera entendieran el significado de la muerte.

 —Entonces, ¿cómo estás? —le preguntó Cherly en cuanto se sentó en su pupitre junto a ella.

 —Bien.

 Kyle estaba allí, dos filas más atrás a la derecha, sentado en su sitio. No la estaba mirando, tenía la cabeza metida en una revista y la expresión más sombría de lo habitual.

 —¿Ha sido por su culpa? —preguntó Cherly, siguiendo la dirección de su mirada.

 —No. De no haber sido por él, habría sido aún peor —respondió Eleanor. Cherly permaneció callada sólo un par de segundos. Parecía impaciente por hablar del tema quizá porque llevaba dos días esperando a que su compañera volviese para confirmar los rumores que circulaban.

 —Se comenta que ha intentado… —susurró—… bueno, en fin, que ha intentado ponerte la mano encima y que tú has salido herida al tratar de huir de él.

—¿Y desde cuándo un chico que intenta violar a una chica la lleva a urgencias? Habría que verificar los hechos antes de hablar a espaldas de los demás —siseó Eleanor, indignada.

Cherly pareció reflexionar sobre la lógica de aquella observación.

—Puede que sea una forma de hacerte chantaje. Tu silencio a cambio de llevarte al hospital 

Inmediatamente sacudió la cabeza, sabiendo lo estúpida que sonaba su hipótesis. Sobre todo porque lo de«chantaje» no parecía encajar demasiado en la trama rosa que Cherly estaba determinada a descubrir.

Die TogetherTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon