Capitulo 16

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Unos nubarrones negros e hinchados presagiaban un aguacero en el campo.

 Eleanor se detuvo en el arcén de la carretera para verificar el mapa que había sacado de Internet. Era la tercera vez que se equivocaba de dirección en mitad de aquel laberinto de caminos que ni siquiera estaban señalizados.

 Kyle vivía a las afueras. Tan lejos que Eleanor  no había calculado bien la gasolina y la Vespa llevaba un rato peligrosamente en la reserva. Soltó un bufido, tratando de orientarse y mirando a su alrededor con cara de perplejidad. No había más que sembrados y olivares en el horizonte, como de costumbre. Ninguna casa, ninguna verja, y pasaban tan pocos coches que daba la impresión de que era una zona realmente desierta. No era nada alentador encontrarse allí sola.

 Estudió el mapa y se decidió a dar marcha atrás hasta la última rotonda. Seguramente se habría equivocado allí. Después de casi veinte minutos de vueltas inútiles, desembocó por fin en una vereda, al final de la cual se entreveía una casa. Eleanor frenó junto a una verja oxidada y descolgada. Había un portero automático pero los cables que recorrían el muro estaban arrancados.

La vivienda, que estaba una decena de metros más allá de la verja, parecía más bien una casa de labranza, con las paredes grises y desconchadas, el tejado descolorido por el sol y los marcos de las ventanas de aluminio dorado. El patio estaba plagado de chatarra y había un tractor listo para ser desguazado en una esquina, con las ruedas desinfladas ocultas entre las malas hierbas.

Eleanor titubeó. No podía ser la casa de Kyle. A juzgar por la moto y el coche que conducía, debería vivir en un sitio distinto. Pero cabía la posibilidad de que los propietarios supieran algo de una familia que se había mudado hacía poco, ya que por estos lares los vecinos parecían siempre bien informados.

Abrió la verja y entró. Cuando llegó a la puerta, notó que no había timbre, por eso llamó suavemente con la mano y esperó, sabía que era posible que no hubiera nadie. En efecto, el lugar parecía deshabitado y las persianas estaban echadas.

 —¿Quién es? —preguntó una voz cautelosa desde el interior. Una voz de mujer que la tranquilizó.

 —Buenas tardes, señora. Necesitaría que me indicase algo —respondió, intentando aparentar desenvoltura.

La puerta se abrió lo suficiente para revelar una figura femenina baja y bien vestida. La mano que sujetaba el pomo estaba completamente cubierta de anillos. La mujer tenía un rostro hermoso, aparentaba unos cincuenta años y tenía la expresión menos amigable que Eleanor había visto en su vida.

 —¿A quién buscas? —preguntó con brusquedad.

 Eleanor se aclaró la voz y sonrió:

 —Creo que me he perdido. Estoy buscando la casa de una familia que se apellida Harries. Tendrían que vivir por esta zona, o al menos eso es lo que señala mi mapa.

 —¿Qué quieres de los Harries? ¿Quién te ha enviado? —la interrumpió la mujer, cada vez más agresiva. La miró de arriba abajo con aire desconfiado y Eleanor dio un paso atrás instintivamente.

 —En realidad estoy buscando a un chico —trató de explicarle, a pesar de que resultaba inútil, ya que la mujer no parecía que pudiera ni siquiera ayudarla—. Se llama Kyle, vamos a la misma clase.

La cara de la mujer se relajó visiblemente. Abrió la puerta de par en par y dio un paso al frente, con el pecho erguido y la barbilla bien alta.

 —¿Y qué quieres de él?

 —¿Usted lo conoce? —preguntó Eleanor, sonriendo de puro alivio.

Die TogetherWhere stories live. Discover now