Capítulo II

8.2K 518 105
                                    



— Señorita Bellnegr —. Saludó la recepcionista de aquel edificio esplendoroso al que había entrado tan solo unos minutos antes.

Ese edificio, sin duda alguna era mucho mejor al que yo poseía. El mío era de estructura moderna y decoración sencilla, pero elegante. Lo cual le da un toque delicado, ya que a mi madre no le gustaba demostrar el dinero que poseía, mi padre lo había construido de esa manera a petición de ella.

Pero este edificio derrochaba lujos en cada centímetro en el que mis ojos se posaban.

— Buenas tardes. Tengo una reunión con el presidente Marwey.

Acomode el bolso a juego con el traje ejecutivo color crema que tenía puesto. Odiaba utilizar bolsos, era innecesario cargar algo que estaba más vacío que el estómago. Pero como decía mi padre: La presentación es muy importante, cariño.

— Oh, claro. Por el momento el señor Marwey está en una junta y...

— ¿Está en una junta? — Mi voz echaba fuego, dragones para ser precisos, pero no cualquier dragón, era uno mortal, que con solo respirar te quema hasta el más duro hueso.

Ese hombre era un irreverente, ¿cómo se atrevía a citarme a una hora para luego decir que estaba en otra? ¿Qué demonios jugaba? Había hecho que cruzara medio mundo por las inseguridades que tenía respecto al contrato, era el único que no daba su brazo a torcer con las condiciones que yo ponía, las cuáles eran:

1. Que todo sería tratado por medio de mi abogado.

2. Todo movimiento o acción se mantendría en el anonimato respecto a mí.

No quería que todos dijeran: Oh mira, pobre chica por fin consiguió el último sueño de su padre.

— Permítame traerle un café — ignoró mi pregunta.

¡Tenaz esta mujer!

— ¡No quiero un maldito café! Te hice una pregunta. ¡Responde! — rugí. ¿Quién se creía esa simple mujer para pasar tan olímpicamente de mí? ¡Nadie le hacía eso a un Bellnegr! ¡Nadie!

— Si, tiene una reunión. Pero saldrá dentro de una media hora, si gusta puede espe...

— Yo no espero a nadie. ¡Dile a tu jefecito que se meta el contrato por donde le quepa!

Yo no iba a esperar a nadie. Yo hacía esperar, pero nadie lo haría conmigo. Sin duda alguna, mi padre había escogido mal a sus futuros socios y eso me molestaba más. Él había luchado por conseguir ese contrato y yo lo estaba tirando por la borda ¡Pero que se jodieran por ser impuntuales! Porque un negocio como el que yo le estaba ofreciendo, no lo volverían a ver nunca más en su vida.

— Señorita, por favor. Espere un momento — rogó con el rostro angustiado, esa mujer mañana mismo estaría buscando empleo.

— No voy a esperar, es una falta de respeto y su jefe es un misera...

— ¿Qué sucede, Clarín? — preguntó una voz gruesa y fría, atrás de mi espalda. Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.

— Señorito Marwey... — susurro la chica con miedo, su rostro palideció.

— ¡Se digna a hacer acto de presencia el señor impuntual! — dije con desdén al escuchar a la chica pronunciar el apellido del hombre.

«¡Lloverá del milagro por su presencia!» Di vuelta para darle cara al hombre. Mis ojos se abrieron por el asombro al verlo. Esto tenía que ser una broma. Ese hombre era guapo, que va con guapo, era... ¡Precioso! Alto, cabello rubio, ojos entre un azul y celeste, cuerpo definido y marcado. Podía babear por él como un pitbull, «¡Por piedad mujer, reacciona!» Regrese con rapidez a mi actitud desafiante, no dejaría que viera que su hermosura me cautivaba.

Idiota asesino |EditandoWhere stories live. Discover now