3.

14.8K 1.8K 876
                                    


-¡HOLA! –le dijo el rubio casi a gritos y apareciendo por detrás. Dipper pegó un salto aun sentado en el asiento cuando vio a quien le hablaba. El mismo chico idiota con su comentario de adolescente, el castaño no tardó en volver a su expresión habitual.

-¿Te puedo ayudar en algo?

-¡Dioooooosssss, eres aun más lindo de cerca! –ahora Bill se apoyaba con las manos en el escritorio. Dipper frunció el ceño más asustado que molesto, pero con cada acción al rubio le parecía más adorable.

-Ok... -dijo poniéndose de pie para poner distancia, iba a tomar sus libros para salir de ahí lo antes posible cuando una mano le apresó la muñeca. A veces Bill podía ser un verdadero psicópata. -¿Puedes soltarme?

-Trabajemos juntos. –había dicho, no como pregunta por supuesto, aquello sonaba más bien a una orden. Pero si pensaba que le iba a ser tan fácil convencer al castaño, estaba muy equivocado

-No. –le respondió cortante, Dipper trató de soltarse del agarre del mayor, pero le fue inútil, tenía más fuerza de lo que parecía.

-¿Por qué no?

-Porque no te conozco... y no te ofendas pero pareces un poco trastornado. –Bill no iba a ofenderse por algo así, le habían dicho cosas peores, y que el castaño lo rechazara de esa forma hacia despertar en el algo que nunca antes había sentido. Dipper lo encendía.

-Pero Dipper, ¿No te das cuenta? Somos almas gemelas. –el mayor le pasó un brazo por los hombros imaginándose seguramente toda la vida que llevarían juntos desde ahora. el muchacho no podía estar más espantado.

-¿Cómo sabes mi nombre? –se agachó para liberarse del abrazó y salió rápidamente escaleras abajo. –sabes qué, no importa... Solo aléjate de mi. –una mujer joven había entrado a la sala, estaba repartiendo unos papeles en la entrada formando así un pequeño tumulto que le daría tiempo para pensar en algo. Bill hablaba en serio cuando le dijo sobre las almas gemelas, no sabía cómo pero podía sentirlo y no dejaría que el muchacho se le escapara tan fácilmente.

Fue hasta el escritorio del profesor, el hombre estaba guardando su portafolios en el bolso. Era pan comido. Treinta segundos de su inmenso carisma y ya lo tendría comiendo de la palma de su mano.

~

Ese día no tenía ninguna clase con el señor Lerman, no tenía ni la más mínima idea de por qué lo citaba a esa hora en la oficina. Sus notas estaban bien, era uno de sus mejores alumnos y siempre entregaba sus trabajos a tiempo, "No hay razón para alarmarse", se repetía mil veces el castaño al caminar por el pasillo del piso de los profesores. Tocó la puerta un par de veces y la voz gruesa del hombre lo hizo pasar.

Para su mala suerte lo primero que vio no fue al canoso maestro de literatura. El cabello rubio y la sonrisa de niño malcriado de Bill se robaban la atención, incluso la del castaño que frunció el ceño al instante, y hubiera salido del lugar dando un portazo de no ser porque su maestro lo invitaba a pasar. De mala gana tomó la silla al lado de Bill y se sentó creando una barrera invisible entre sus cuerpos.

-Qué bueno que viniste Dipper. –empezó el maestro. Dipper quería rodar los ojos y decir que no le había quedado de otra, ya sospechaba que nada en lo que aquel rubio anduviera metido podía ser bueno. Pero le tenía demasiado respeto al señor Lerman como para hacer cualquier comentario sarcástico. – Bill y yo estuvimos hablando y ambos pensamos que sería maravilloso leer un ensayo donde dos puntos de vista tan diferentes chocaran.

-Créame, no es lo único que chocaría...

-Me gustaría que trabajaran juntos en el proyecto de clase de literatura inglesa. Algo muy bueno podría surgir de ahí. –Dipper se giró para quedar mirando al rubio, al cual la sonrisa apenas le cabía en el rostro. Shakespeare dijo una vez que hay puñales en las sonrisas de los hombres, pero el menor podría jurar que en esa sonrisa desquiciada había al menos cien espadas, cañones y hasta un tanque de guerra esperándolo.

-Profesor... Preferiría trabajar con alguien más. –el maestro lo miró muy seriamente, Bill había hecho un muy buen trabajo convenciéndolo y no descansaría hasta ver su objetivo cumplido.

-Sé que será el mejor ensayo de la clase. –dijo de forma terminante dando un golpe con la palma en el escritorio Esa era la señal de la última palabra, ya no había nada ni nadie que lo sacara de su opinión. A Dipper casi se le cae la boca al suelo de tanta impotencia, de algún modo el rubio había logrado lo que quería y ahora sí no veía forma de sacárselo de encima.

El señor Lerman los hizo salir de su oficina, de alguna manera Bill y Dipper estaban unidos.

-Te dije que éramos almas gemelas. –Dipper entrecerró los ojos, el rubio no podía ni imaginarse lo mucho que lo odiaba, -será mejor que empecemos a trabajar.

Le extendió un papel con su número de teléfono escrito en letras verdes, Dipper lo arrugó en su mano pero terminó por guardárselo en el bolsillo. Aunque no quisiera admitirlo lo iba a necesitar.

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu