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(Capítulo largo~)


Había pasado una semana desde la fiesta en la casa de la fraternidad y Dipper no había conseguido deshacerse del rubio que a estas alturas se le pegaba como chicle cada vez que tenía oportunidad, aunque no es como si hiciera un gran esfuerzo por alejarlo de todos modos. Se reunían en la biblioteca para avanzar con el trabajo y después de clases, Bill incluso se había convertido en una visita habitual en la casa del castaño.

"¿Viene hoy mi cuñado?" le preguntaba Mabel todos los días solo para ver el rostro de su hermano sonrojándose. A la castaña le gustaba escucharlo negar cualquier cosa que ella dijera sobre Bill. "No es tu cuñado. No es tan guapo. NO ESTOY ENAMORADO, MABEL" . Eran las respuestas que siempre le daba, pero no podía mentir, mucho menos a su hermana. Mabel ya había notado esa sonrisita tierna que se le escapaba cada vez que hablaba del mayor.

Era de noche cuando sonó su teléfono. Dipper estaba en su habitación tirado en la cama y vagando por internet cuando escuchó su celular sonando. Lo tomó de la mesa de noche deslizando el dedo en la pantalla para parar la pegajosa música de BABBA que tenía de tono. Era Bill llamándolo seguramente para contarle algo tan ridículo y sin sentido como él mismo o quizá para preguntarle si podía meter un reloj al microondas. Nunca sabia con qué iba a salir el rubio cada vez que le hablaba y esa era en gran parte la razón de que con cada llamada por teléfono se sintiera tan ansioso.

Dipper se aclaró la garganta y se sentó derecho en la cama. Con la voz más tranquila que pudo le dijo. 

–Bill...

-Hola niño. –Dipper cerró los ojos sin dejar de sonreír, jamás admitiría en voz alta lo mucho que le gustaba que Bill lo llamara así. –quiero mostrarte algo ¿Puedes venir a mi casa?

-No lo sé, íbamos a cenar ahora. –dijo mirando su reloj de muñeca.

-Aquí también hay comida, podemos cenar helado y galletas si quieres. Pero necesito que vengas.

-Bien. –se puso los zapatos dejándose el celular entre el hombro y la oreja. –pero espero que sea bueno y que tengas mucho helado.

El primer piso de la casa parecía un mundo totalmente diferente del que se había creado entre las cuatro paredes de su habitación. Todo tan cálido y ruidoso como su familia misma. Sus tíos estaban en la cocina americana discutiendo acaloradamente sobre la mejor forma de preparar huevos revueltos mientras Mabel bailaba frente el televisor una de las canciones de su grupo de música favorito. Pato era simplemente Pato, el cerdo mascota de la familia era seguramente el más normal de todos ahí.

-Voy a salir. –dijo Dipper tomando su chaqueta y bufanda del perchero en el recibidor, su tío Ford se acercó a la puerta aún con el delantal de cocina puesto.

-¿Necesitas que te lleve?

-No, estoy bien. Tomaré el autobús

-¿Tienes dinero? –Dipper le sonrió, su tío Ford lo seguía tratando como si tuviera cinco años.

-Ya llevo, gracias. –levantó la mano para despedirse y abrió la puerta, antes de salir la voz del mayor lo hizo detenerse un segundo.

-Irás con Bill ¿Cierto? –Dipper se había quedado estático sin saber que contestarle, solo bajó la mirada avergonzado asintiendo levemente con la cabeza. –sales mucho en él últimamente

-Sí. –dijo apretando los puños en el pomo de la puerta, ya sabía por dónde iba toda esa conversación y realmente no quería seguir escuchándola, así que dijo un rápido y general adiós antes de salir de la casa hacia la parada de auto buses.

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora