4.

13.8K 1.8K 582
                                    


Finalmente y por desgracia a Dipper no le quedó más remedio que llamar a Bill para ponerse de acuerdo y comenzar con su ensayo. Ambos decidieron que se juntarían en casa del menor el mismo día después de clases porque Dipper no quería ir a la casa del loco de Cipher y porque a Bill lo carcomían las ganas de conocer el hogar de su alma gemela.

El menor se desocupó cerca de las dos, al llegar a casa aun le quedaba una hora para preparar los libros, darse una ducha y prepararse un té de jazmín para todo el estrés que supondría tener al rubio en casa. Por su parte Bill estaba como un niño contando los minutos para salir de la última clase. Física cuántica se le había hecho eterna como nunca y por más que quisiera prestar atención todos sus pensamientos terminaban en el chico de cabello castaño.

A las tres había sonado la campana de salida. Bill anotó su nombre en la lista y salió corriendo como si lo persiguiera el diablo a la casa de su amado. El trayecto que a alguien normal le hubiera tomado veinticinco minutos un enamorado podía hacerlo en quince. Se dio unos momentos para recuperar el aliento después de la corrida y tocó el timbre.

La casa era adorable, no había otra forma de describirla. Un jardincito bien cuidado presidia a la pequeña construcción de dos pisos pintada de color crema, ciertamente con demasiado aire de suburbio como para estar tan cerca de la ciudad.

Un hombre se asomó al abrir la puerta, parecía demasiado mayor para ser el padre de Dipper, aunque el semblante serio y de pocos amigos le recordaba bastante al castaño. 

-¿Sí?

-Hola... Soy amigo de Dipper. –dijo Bill con una sonrisa sin poder evitar hacer una expresión un tanto psicótica. –vengo a hacer un trabajo para la universidad.

El hombre lo miró de la cabeza a los pies, y luego de cerciorarse de que no era una amenaza se hizo a un lado para dejarlo pasar. 

–Dipper, hay un amigo tuyo aquí abajo. –gritó hacia la escalera recibiendo un "ya voy" por respuesta. –bajará en un momento, puedes esperarlo en la sala.

Bill asintió y fue dando saltitos hasta la sala de estar, la casa de Dipper era aun más bonita por dentro. Todo estaba decorado como un hogar común y corriente de familia norteamericana, algo que al rubio no dejaba de llamarle la atención y que admiraba profundamente. Era todo tan simple y familiar. El nunca había vivido en una casa así.

 Aunque le hubiera gustado quedarse fisgoneando el lugar se alegro al oír los pasos del muchacho bajando por las escaleras. Lo estaba esperando con una sonrisa en el rostro.

-Hola... -le dijo con un gesto de cabeza. Bill iba a acercarse a saludarlo como era debido. Un beso apasionado en mitad de la sala no estaba mal para empezar, pero fue detenido por la mano del menor en su pecho, "Dipper es tan tímido" –mejor empecemos con el ensayo ¿Sí?

-Claro. –iba a dejar el bolso en el sillón, pero el castaño negó con la cabeza.

-Vamos a estar más tranquilos en mi cuarto. –entonces la mente perversa del rubio comenzó a navegar entre las mil posibilidades. El cuarto de Dipper... Tantas cosas podían pasar ahí. Pensó de inmediato que debió haberse puesto una ropa interior más acorde a la ocasión, la que estaba llevando tenía un diseño del espacio con cohetes y todo. En eso se percató que el menor avanzaba hacia las escaleras, tomó el bolso firmemente para subir detrás de él.

Su habitación era la última del pasillo, contó otras cinco puertas además de la suya, seguramente su familia era grande a pesar de que no vio a nadie más abajo. Al entrar se quedó maravillado, asustado y sorprendido. El cuarto de Dipper era una réplica en miniatura de cualquier biblioteca. Las paredes estaban cubiertas por estanterías repletas de libros y el único espacio libre era el de la ventana, el de la cama, la puerta del armario y un extenso escritorio con... Adivinen... Más libros.

-Vaya... parece que te gusta leer. –el castaño se encogió de hombros, Bill dejó el bolso en la silla del escritorio mientras paseaba la vista por el lugar.

-Voy por algo de beber. –dijo saliendo, pero antes de que las manos de Bill se pusieran a tocar todo cuanto encontrara asomó la cabeza por la puerta. –no toques nada.

El rubio frunció los labios como un pato, su alma gemela no era nada divertida, pero aunque no podía tocar nada podría ser que las cosas de Dipper cayeran accidentalmente en sus manos. Lo primero que encontró fue una camisa colgada en el respaldo de la silla. Sin pizca de vergüenza la estrechó contra su pecho e inhalo profundamente, emborrachándose con el aroma. Si solo la ropa olía así no podía ni imaginarse lo maravilloso que sería hundir su nariz en el cuello del menor.

No pudo reprimir una sonrisa traviesa, estaba ansioso por probar todo del castaño.

Como Romeo y Julieta #PremiosBillDipWhere stories live. Discover now