Zemo (III/?)

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Guardó todo en el maletero, subió al lado del copiloto y le dedicó una sonrisa a Heich, el tomó su mano suavemente.

La mansión de los Zemo quedaba a las afueras de la ciudad, a tan solo veinte minutos y a medida que se acercaban el se ponía más nervioso, hace dos años que no veía a su padre y no estaba ansioso por volver a hacerlo, la última vez que lo vio no se fue en buenos términos con el.

Logró divisar la enorme edificación desde la ventana, era demasiado grande para ser el hogar de solo dos personas, bueno, sólo una.

Estacionó en la entrada, una voz chilló algo en alemán, Heich habló suavemente y las puertas se abrieron, entró con el auto y estacionó frente a una enorme estatua de un hombre de brazos cruzados, con el rostro cubierto y con una especie de corona.

Se bajaron y llevaron las maletas al interior de la enorme mansión, las manos de Heich temblaban, ella esperó a que los hombres se fueran y tomó las manos de su novio y las entrelazó con las suyas provocando que este esbozará una leve sonrisa.

–Todo saldrá bien–dijo mientras lo acercaba para abrazarlo.
–Desearía creerte–respondió rompiendo el abrazo.

No fueron recibidos por su padre, cosa que parecía extrañamente perfecta.

Heich la acomodó en su habitación junto con él, lo cual no parecía una idea extremadamente brillante, pero no iba a decir nada.

Un tipo tocó a la puerta y le entregó una nota a Heich, la leyó y frunció el ceño.

–Cenaremos con mi padre a las ocho, se nos pide asistir formalmente–bufó tirando la nota a un lado.
–¿Cuál es el problema?–preguntó suavemente.
–No no es nada, sólo no me gusta usar trajes, me hace sentir incómodo–respondió soltando una suave risa.
–Bueno, tienes suerte que empaqué los vestidos–dijo esbozando una sonrisa.

Escogió un vestido burdeo no era muy escotado ni corto, pero era ajustado, tal vez demasiado, se arregló el cabello dejándolo suelto sobre sus hombros, Heich se puso un traje negro completo, incluyendo la camisa, pero su moño tenía pequeños detalles en blanco, se veía exclusivamente guapo.

Tomó su brazo y ambos bajaron juntos,
ahora parecía estar más confiado.
Hasta qué lo vieron, estaba sentado frente a la barra del bar, bebiendo whisky, con un traje blanco marfil, «Oh, la ironía» pensó.

Padre–dijo Heich de forma dificultosa.
Heinrich se volteó, fijó sus ojos en su hijo dándole tiempo a ella para poder observar detenidamente su rostro, tenía la mandíbula ancha, no tenía casi ninguna señal de envejecimiento, y sus ojos verdes eran tan penetrantes como los azules de su novio, ahora sabía de donde había sacado Heich aquellos rasgos que le parecían tan hermosos, a excepción de los ojos, el tono de piel y mandíbula, era casi igual a su padre.

Heinrich esbozó una amplia sonrisa y camino hasta su hijo.–¡Helmut!–dijo estrechando la mano de su hijo, lo acercó y junto sus mejillas haciendo el sonido de un beso.

Heich hizo el mismo ruido y después de eso ambos se separaron, Heinrich fijó sus ojos en ella, la observó de pies a cabeza detenidamente, por un momento se sintió desnuda, como si aquellos severos ojos verdes pudieran revisar lo más profundo de su alma, sin quitar su expresión dura se acercó a ella y le besó ambas mejillas antes de girar sobre sus talones y emprender su camino hasta la mesa principal.

Helmut no dijo ni una simple palabra, sólo tomó su mano y la guió hasta la mesa, se sentó frente a el, su padre se sentó en la cabecera obviamente.

Comieron algo que nunca antes había comido, nadie hablaba, Heinrich observaba a su hijo y después fijaba sus ojos en ella, haciéndola sentir extremadamente incómoda, finalmente esbozó una sonrisa y comenzó a hablar.

–¿Estás estudiando lo mismo que Helmut?–preguntó esbozando una leve sonrisa.
–Sí señor, bueno, no en realidad, yo me especializo en química—respondió con confianza.
–Que curioso, quería que se especializase en química pero el eligió biología–dijo fijando sus ojos en su hijo.–Bien, mi hijo especificó que tendría que hablar español así que supongo que vienes de otro lugar, eso significa que eventualmente tendrás que volver a tu país, ¿O me equivoco?–continuo fijando sus ojos en ella.

Heich se molesto pero ella le dedicó una suave sonrisa para dejarle saber que tenía todo bajó control.
–Es correcto, eventualmente tendré que volver a mi país, a menos que las ofertas de trabajo sean mejores aquí que allá–respondió dedicándole una sonrisa.
–Bueno. ¿Te han enseñado historia cierto?–preguntó.
–Sí señor–respondió algo confundida
–Bien... ¿Cuál es tu opinión sobre Adolf Hitler?–preguntó esbozando una macabra sonrisa.

Heich pareció entrar en pánico pero nuevamente ella tenía todo bajo control.
–Bueno no lo conocí así que la única opinión que puedo formar esta basada en lo que aprendí; sí, el atentó contra los derechos humanos y todo eso, pero más que eso el levantó Alemania y la puso de nuevo en el juego en menos de veinticinco años, hizo algo que parecía imposible y eso es impresionante–respondió salvandose del odio del barón Zemo.

–Fascinante. Y, ¿cuándo planean casarse?–preguntó provocando que su hijo se atragantase con su bebida.
–Padre, ¿podrías acompañarme hasta la otra habitación por favor?–pidió entre dientes, Heinrich sonrió y se levantó.

Caminaron hasta la habitación contigua, Helmut cerró la puerta tras el.




–¡Te dije que no trajeras el tema del matrimonio!–gritó furioso.
–Helmut, si no vas a casarte con ella y tener hijos no sé por qué pierdes tu tiempo en una tonta relación–respondió molesto.
–Estoy con ella porque la amo, pero no puedes entender eso ¿cierto?–bufó.
–No, no puedo, sabes que me casé con tu madre porque era tonta y no hacía preguntas, además servía para lo que quería, nunca la amé porque el amor es una debilidad y un Zemo no puede tener debilidades...–respondió frunciendo el ceño.
–El amor no es una debilidad–murmuró llevándose su mano a su frente.
–Lo es si tus enemigos pueden usarlo contra ti. Amo a alguien y por eso tuve que mantenerlo alejado, porque si alguien lo sabía lo arrancarían de mi y lo usarían en mi contra...te alejé porque te amo, eres mi único hijo, el único que jamás tendré  y por eso eres mi debilidad–bufó desviando la mirada de él.

Su mundo se vino abajo, no podía creer que el Gran Heinrich Zemo lo quería, que lo amaba, todos esos años, todas esas peleas y castigos, todas las veces que lo alejó, todo aquello tenía una razón... lo quería.

Marvel:One-Shots (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora