Capítulo I: El Inicio

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No recuerdo exactamente la fecha, o la hora aproximada en que empezó todo esto, lo único que puedo aseverar es que fue el mismo día -la noche misma para ser más certeros- en que había terminado todo con Julieta.

Creo que antes de seguir con esto deben saber quién fue ella, ya que, si no fuese por ella, no hubiera pasado nada de esto.

Julieta fue la chica con la que estuve saliendo estos últimos dos años... años nada fáciles siendo francos, debido a los múltiples cambios que vive un adolescente, en especial uno como yo, que es de imaginar demasiado. Por ejemplo, creí que ella era... bueno, ese amor que dura para siempre, pero no lo era y quedamos lejos de eso.

Antes de ese día ya veníamos discutiendo, lo único que hacíamos era discutir desde hace un buen tiempo. Era más o menos así: Yo hacía algo y ella se enojaba, eso era todo. Se pueden dar cuenta del porqué no era la favorita de mis amigos pero, esa imaginación mía hizo que ellos se apartaran, aposté por Julieta antes que en mis amigos, y me arrepiento ahora.

Tampoco soy muy devoto a una religión, bueno, es difícil encontrar a un joven de 17 años que concurra a una capilla cada domingo o de estos chicos que están en grupos juveniles y se la pasan jugando como niños de 10 años y leen el evangelio. No tengo nada contra ellos, pero no soy así.

A lo que voy con esto es que te dicen siempre: "No estás solo", "Tienes a tus amigos", "Dios esta contigo". Pero la verdad es que... No, para mí no eran ciertas esas frases, creí que al estar solo con Julieta, con esa chica bastaría... pero no
Ni siquiera vivo con mis padres, vivo en una casa de dos pisos que "alquilo" de un tío para vivir no lejos de la facultad... creo que eso podemos hablar después.

Por estos últimos meses, solo era Julieta y yo, no había nadie más y por mi estaba bien, pero...

-Mateo -me dice ella- ¿Podemos hablar?
-Volteándose hacia mí y dándole la espalda a la calle y a cualesquiera de los colectivos que la llevan a casa-

-Sí. -respondí calmadamente-

La tomé de los hombros y la miré fijo sus ojos verdes, pero se esquivaba y no podía verlos, pero en un corto momento que los vi claramente, se notaban tristes.

-¿Qué pasa? Miramena por lo menos para hablar -Pregunté bastante preocupado-

Seguía cabeza gacha y yo la tomaba de los hombros, pero ella se retraía y parecía que sin fuerza quería apartarse, en realidad, solo no quería lastimarme... mucho.

-¿Qué pasa? -Volví a preguntar.

A pesar del ruido de los colectivos o de la propia gente que esperaba en ese semáforo frente a una financiera, al verla triste, sentía que el mundo estaba centrado en esa muchacha de mirada afligida.

-Ya no puedo hacer esto. -dijo con un tono lloroso.

Y entonces empezó a hacer movimientos bruscos para que la suelte. Tuve que hacerlo, y apenas lo hice ya se volteó, se acomodó la remera Aeropostale blanca que tenía y empezó a caminar deprisa sobre la misma calle en la que estábamos.

Sentí que algo se desgarró. Empecé a seguirla pero ella intentaba caminar más rápido. Tuve que correr e intentar agarrarla del brazo pero esta vez de espaldas. La toqué levemente primero pero se apartó violentamente por lo que fui más brusco y agarrándole de los dos hombros la hice girar y lo que vi fue el principio del fin: Estaba llorando.

-Amor, ¿Por qué estás llorando? -Pregunté casi perdiendo la calma y queriendo abrazarla-

-Por favor, no -ponía sus brazos en medio para que no pueda- No lo hagas, por favor -con un tono frío en la voz.

-¿Qué pasa mi vida? ¿Qué pikó te pasa?
-Ya no puedo Mateo, necesito... -haciendo una pausa para recuperar el aire- Necesito otras cosas, hacer algo, no sé... Lo necesito.

-Pero eso no es Julieta, se va a arreglar todo. -otra vez lo intenté pero los brazos no lo permitían.

-No, no entendés... Necesito algo más, ya no... esto. -haciendo unos ademanes apurados de manos para señalarnos-

-¿Qué querés decir?

-Lo siento Mateo. -llevándose las manos a la boca por un momento- Lo siento de verdad, pero no soy esa chica y... tampoco puedo seguir fingiendo. Perdón. -Dice una vez más y se voltea.

Miró de reojo si venía algún auto y cruzó la calle en la esquina, ya que habíamos llegado hasta ahí en nuestra corta persecución.

Siguió su camino en la misma calle pero ya en la otra cuadra, hasta que finalmente apareció un colectivo verde de la linea 56 y ella se fue en él.

Era un día de verano aquí en Paraguay, pero el clima estaba pesado, había llovido ayer y con eso el calor se vuelve "húmedo" como nos gusta decir y se suda el triple de lo que ya se transpira con los cuarenta grados que solemos tener. Pero no sudaba, más bien no podía respirar, como si intentara respirar polvo, me sofocaba, y me recosté en el alambrado que delimita el estacionamiento de la cooperativa que se encontraba allí.

En primera instancia me tiré sobre el alambrado sin más, y un tipo que vendía remeras de grupos musicales en esa esquina casi me mata al tirarme sobre ellas, ya que colgaba las camisetas de los rombos que forma el tejido del alambre. Me corrí calle abajo, solo unos metros de donde estaba y ahí sí, pero ya había perdido el impacto emotivo. Quedé recostado en él unos segundos y decidí caminar.


Miramena: Mírame
Qué piko: "Qué" simplemente

Dejame solo,  Soledad. Where stories live. Discover now