Capítulo XXI: El Final y la despedida (I)

2.7K 134 3
                                    

Ahora sí. Los rayos filtrados del sol que impactaban justo contra mis ojos eran la prueba perfecta de que no estaba soñando ya. Era de mañana, era el día que, no fanáticamente, me gustaba más: Sábado. Es un día en el que tienes libertad absoluta ha no ser que tengas alguna actividad esclavizante como ir al inglés o trabajar hasta las doce; además si te olvidas de la tarea, aún queda el domingo; es un día perfecto. También las opciones para salir son ilimitadas, pero en cambio, Dahiana optó por comer chipa y cocido en un lugar del centro de la ciudad... Hay ciertas cosas que no puede tolerar ni la caballerosidad más condescendiente.

No era tarde, a más tardar eran las nueve y media. Vi a mis papás tomando su terere de todos los días. Los saludé como todo chico bueno y papá no dudó demasiado en contestar:

- Qué bueno que te levantás -dice papá.

- ¿Por? -pregunto mientras me dirigía al baño.

- Porque dentro de un rato salimos

- ¿He? ¿En dónde pio?

-Vamos a buscar nuestras otras cosas -responde mamá-. Vamos que hay muchas cosas que juntar.

-Pero... Ya le dije a Dahiana que iba a verle esta tarde.

-Y bueno va a ser mañana -responde tajante.

-Nonaa -resongando-. Por favor, no quiero ir a ese lugar de la perdición. Odié ir a esa ciudad, les pido bien ko... por favor.

-Dejale nomás -dice papá, misericordioso-. Cuando volvamos, eso sí, este lugar va a estar brillando -señalándons con el índice, sentenciando.

-Eso sí no te preocupes. -Le digo a mi padre, cerrando tras de mí la puerta del baño.

Un pequeño paro cardíaco viví unos segundos después cuando vi a Soledad por el espejo del baño.

- ¿Qué pio hacés acá?

-¿Tenés miedo de que te robe el lugar?

-Tengo miedo de usar marcapasos por tu culpa -respondí, mientras dramatizaba mi respuesta-. ¿Qué querés?

-Ahora si nada -mientras se sienta pasivamente sobre la tapa del inodoro-. ¿Y vos?

-Pues... Ay por favor -respondí duramente-, recién me levanté, no me hagas pensar ya de entrada, esperana un rato me voy a despertar bien.

- ¿Qué le vas a decir? -parecía importarle poco mi postura.

-Pues le voy a explicar todo...

Era obvio que "todo" rozaba lo absurdo.

-Y todo implica... -moviendo la muñeca, esperando mi respuesta.

-Pues... los pensamientos, las noches largas...

-Yo en síntesis -dice cortando mi tono inseguro.

-Pues sí -Ya más liberado, por su falta de vueltas.

-Le vas a hablar de mí... ¿y creés que te va a hacer caso?

-Pues...

-Lo peor de todo esto, -otra vez, sin importarle mucho lo que tengo que decir- es que nadie te cree. Te dice que es tonto y absurdo.

-Pero todo esto no fue tonto ni absurdo... fue extremadamente denso para mí. Me cambió

Soledad dibujaba una sonrisa, sin dejar de lado su estilo melancólico, que se extendía de oreja a oreja. Si cabe el término, ese día tal vez el de mayor alegría suya.

-Es bonito de tanto en tanto algo de esto -dijo, diluyendo lentamente su sonrisa- Pero bueno... Te digo ya, es absurdo explicarle

-¿Entonces qué?

Dejame solo,  Soledad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora