Capítulo XIII: La Reconstrucción.

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"En el fondo sabía que iba a pasar esto" era la frase que se repetía constantemente en mi cabeza. Porque en realidad, sí estaba consciente de que ella era un producto de mi imaginación, de mi "inconsciente" me dio a entender Soledad, pero nunca quise aceptar que esa era la respuesta porque... No sé; les sonará una tremenda tontería pero no quería aceptarlo hasta que alguien me lo dijera, supongo que seguir el sentido común no es una opción que elijo a menudo.

No me aterraba la idea de tener que hablar con Soledad o lo que ella pueda dar como conclusión; sino que, a fin de cuentas, será conversar conmigo mismo y sacar respuestas de mi propio conocimiento. De ninguna manera podría convencerme de que esto era normal en muchos jóvenes solitarios.

Buscaba las palabras adecuadas para hacer de ese futuro choque interno, la mejor forma de optimizar resultados con frases contundentes y hacer lo más breve posible ese futuro e incómodo momento; cuando sentí una extraña vibración en la zona baja de la espalda. Me preocupó al inicio pero mi idiotez hizo que olvidara que ahí se hallaba mi celular. Lo quité y detuve mi marcha calle abajo a mitad de vereda, cuyo sentido descendente ya entraría en la categoría de vertiginoso:

-Hola Hijo -me decía mamá desde el whatsapp- ¿Qué tal? tu papá y yo vamos a ir de visita este fin de semana. Arreglaque todo para cuando lleguemos. Cuídate.
¿Por dónde estás?

La noticia como era de esperarse, me sorprendió. Aparentemente se dignaron en acercarse a su hijo que ya no vivía con ellos hace casi 6 meses y aun contando eso, no vendrán para Navidad. No hice lo correcto pero no contesté la pregunta de mi madre y mi celular volvió a adosarse a la zona baja de mi espalda.

Seguí aprovechando el marcado sentido decreciente de la calle para seguir rumbo a mi morada, cuando, para mi verdadera angustia, recordé que no había nada en casa para comer; sumado a esto, tendría que comprar otras sandeces de limpieza que mi madre deseará que se huelan en casa.

- ¿Qué harás? -dice Soledad una vez que se ha trepado a mi espalda y con los brazos me rodea el cuello por detrás.

- ¿Donde pio estabas? -era la pregunta del millón en mi cabeza.

-Decime pues Mate -saltando sobre mi vulnerable lomo como si buscara hacerme cabalgar- ¿Qué harás?

- ¿She rová kavayú pió? Bajate pues -empujándola con la poca movilidad de mis manos- y ¿Cómo que "qué harás"?

-Bueno, -dijo mientras me rodeaba caminando en círculos- vienen tus padres y hay un tema del que quieres hablar... ¿O no?

-Pues no, no hay.

- ¿Seguro? ¿No hay algo de lo que querés hablar con ellos?

- La verdad que no. Va a ser más de lo mismo.

- ¿Y vos harás más de lo mismo y no hablaras? -pregunta ella mientras cruza los brazos y queda justo frente a mí.

- ¿Disculpa? -Inquiri con una ceja levantada.

-Vas a dejar pasar la oportunidad perfecta para hablar sobre esto, y probablemente te arrepientas toda una vida el no aprovecharlo ¿Sabes?

Milagrosamente, recordé la teoría de mi consejero y creí que, lo mejor seria ponerlo a prueba:

-Ahora que lo mencionas -con el índice apuntándola con un ligero y corto movimiento de arriba a abajo- Tenés razón. La verdad que no me di cuenta de la situación y, reflexionando profundamente sobre tu postura... decreto que este fin de semana hablaré con mis padres.

- ¿Te sientes bien? -posando su mano en mi frente para confirmar mi temperatura.

- ¿Por qué? -tomé su mano y la quité de mi ftente- Solo estoy haciendo lo que me decís.

Dejame solo,  Soledad. Where stories live. Discover now