Capítulo XXII: La Confesión

850 36 7
                                    

Estaba confundida. Levantaba levemente la cabeza del suelo donde se hallaba casi como un neonato. Empezó a palmar el suelo. Lo conocía, tanto la vista como el tacto la orientaban lentamente. Su inexplicablemente intacta memoria sensorial, al dar en el recuerdo exacto, la hizo reincorporarse de un salto. Esperaba alguna de sus frases ingeniosas, pero su mirada estupefacta me adelantaba un prolongado silencio.

-Hola, Soledad -me vi en la necesidad de romper el silencio.

-Hola -repuso. Su voz era tan trémula como físicamente uno podía ver.

-Ha pasado ¿4 años?

-Ni idea. No me guío por esas cosas ¿Te acordás?

-También te recordaba más perspicaz. Era una pregunta retórica nomás.

-Ah. Bueno... No entiendo.

Y ahí estaba yo. Mirándola. Tras tantos años, parecería ser que nunca se fue. Me parecía tan tramposamente hermosa como cuando la vi por última vez. Ahora era yo quien estaba en la cama y ella a un costado, asustada. Aunque nunca se fue, algo cambió.

Sentado, justo en el centro en mariposa, la llamé con un leve ademán para que me acompañe en la cama. Soledad, aún con dudas en la expresión, se sentó a mi lado.

-Qué boludo fui.

Soledad llevó la mirada al techo. Una mueca que exigía continuidad antecedió al escueto "te escucho" que espetó.

-Te acordás de qué inspira a los artistas?

-Que?

-Algunos escriben sobre vos... Para lidiar con vos.

-De eso sí, me acuerdo. No soy necesariamente
una buena inspiración.

-No, no me digas eso.

-Que pa te pasó? No me digas que vengo una temporada con vos otra vez?

-No! -exclame rápido- Ni ahí. Solo que no es cierto. Me ayudaste.

-Ajá.

-Escribi sobre vos.

-Ah, mirá un poco. Soy famosa? Espero que no, no se me da estar en público. Literalmente hablando.

-Puede ser. Definí que es tener fama. Yo no sé.

-Entonces yo menos, papi.

Soltó una suave risa, igual de agradable que antes, pero no podría jurar qué tanto era igual a la que tuvo.

-Por alguna razón, empecé a escribir. No solo sobre vos. Sobre todo.

-Sobre alambres?
-¿Alambre? No ¿por qué lo haría?

-Entonces no escribiste sobre todo, pero seguí. Te escucho.

-Y... escribí, sobre todo.

-¿Sobre Julieta? Pero -acercándose a mí con su inquisitiva mirada- a todo esto ¿Julieta... hasta ahora?

Me reí. Fue la sonrisa más sincera que jamás he dado. Aquella inquisitiva mirada buscaba sacarme palabras extra. Solté un suspiro tan largo como el tiempo que necesitaba para organizar mis ideas.

-Trate de ver amaneceres como de películas desde la mediocre posición de mi ventana. Salí al llover, a mojarme, porque sí. Vi a pequeñas personitas aprender a decirme "tio" y otras que ya dijeron sus últimas palabras. Hice cosas que jamás pensé hacer y, cuando tuve la chance, no me animé a hacer que prometí.

Me recoste en la cama para proseguir. Volví sobre mis pasos. Luego descarté un poquito de cada grupo, porque sí. Los rótulos como esos se cambian constantemente.

Dejame solo,  Soledad. Where stories live. Discover now