Capítulo VI: El Despertar

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La desafortunada refracción de algún despistado rayo de sol contra mi ventana llegó justo hasta mis ojos entreabiertos, que no resistieron ese brillo abrumador y terminaron por abrirse. Con esa encandilación terminé de despertar, pero lo que acabó con mi desgana de recién despierto fue ver a una chica durmiendo en mi pecho para nada musculoso. El susto no duró más que unos pocos segundos, la mirada tensa hacia ella terminó por ir en dirección al techo y fue reemplazada por una calmada, pero de suma apatía. Se me olvidó por un segundo que esa mujer de pelo cobrizo era Soledad y toda la escena que se montó ayer en mi pieza: Ella apareció mágicamente como si un mago mandó a su asistente conmigo, me convenció que era la dueña de esa vocecita en mi cabeza y que existía en realidad y claro, durmió conmigo. Con mi cabeza recostada en mi cómoda almohada de funda azul pensaba en que si no era tan misteriosa ayer, estaría disfrutando un poco más al menos de lo último.

No tenía ni idea del horario al cual dormí y menos de que hora hacía en ese momento, pero era un poco tarde para seguir durmiendo por la intensidad de luz (pero acá a las 8 se tiene 30° por lo que no era una señal muy fiable). Mi celular se quedó en mis vaqueros que colgaban de un perchero móvil que con dos ganchos se sujetaba a un costado de mi ropero; como ese mueble está a unos pocos centímetros a la izquierda de mi cama, ni siquiera tenía que pararme, solo estirarme hasta ahí desde mi colchón si quería. Sin embargo, cuando intenté moverme parece que Soledad se había pegado a la cama, y por consiguiente, a mí también. No podía moverla tampoco, no me quedaba de otra más que esperar a que despierte para liberarme.

Al comprender mi estatismo no busqué una explicación (a esta altura lo inexplicable es aceptado) y obligado a estar boca arriba, miraba aburrido el techo mientras las sensaciones frías y cálidas que provenían de aquella linda chica seguían fluyendo en todo mi cuerpo.

No pude resistir dedicarle una breve contemplación, era muy atractiva; y dormida uno podía pensar que así luce un ángel, que agotado de derrochar belleza, colgó sus alas en algún sitio y se ha entregado a los brazos de Morfeo. No tenía un rostro tan cerca del mio en mucho tiempo. Quizá la última vez haya sido cuando también estaban siendo los últimos buenos momentos con Julieta. Cuando "veíamos" una película, ella se recostaba en mí y yo acercaba mi rostro al suyo; me enlazaba con sus brazos el cuello y así, viendo la tele en un momento y al otro devolviéndonos tiernos/cursis besos en la mejilla podían pasar horas en aquel sofá de su sala.

Ahora veía a esta chica, que al igual que ella cerraba los ojos; parecía feliz estando junto a mí, como si pudiera dormir tranquila ahí mismo donde estaba. Sonreía y con ese tono inconfundible de enamorada me decía suavemente: "Te amo" y yo contestaba lo mismo, con la misma suavidad y con el mismo tono. Sobre el final, eso ya no pasaba, y era un recuerdo que dolía en ese entonces porque no comprendía qué estaba pasando ni qué podía hacer para revertirlo; ahora, era más doloroso, porque ya no había nada que hacer, se acabó y aún no entendía el porqué. Esta chica sobre mi pecho no tenía ese tono romántico, ni me sonreía como lo hacía ella; es más, yo insisto todavía en que no existe, solo estaba ahí, clavándome al colchón y haciéndome recordar momentos de profunda felicidad que lastimosamente no se repetirán. Mientras Soledad dormía en mi pecho recordaba a Julieta, la verdad que lo hacía a cada momento pero con ella tan cerca de tu corazón duele más el recordarla. Sientes como nunca antes que tantas cosas buenas no se repetirán, despertar con Soledad generaba tal desilusión.
Me preguntaba fugazmente, mientras todo lo que recordaba parecía haber pasado ayer, si ella era visible para alguien más, sino quedaría esta imagen para el que pudiera verme: Un hombre triste, tirado en su cama y mirando desdichadamente el techo, con ganas de llorar y estar todo el día acostado.

Estaba mortalmente aburrido cuando al volver al a verla ella se estaba despertando. Quitó al fin su brazo puesto detrás de mi cuello y desperezandose, sin apartar su cabeza de mi pecho, me habla como si nunca hubiera dormido:

-Buenos días, -girando su cuerpo para quedando cara a cara conmigo- dormilón.

Me regaló una sonrisa y puso ambos brazos sobre mí para poder mirarme fijo. Yo decidí continuar mi análisis del techo, pero ella se percató de mi mirada perdida y taciturna.

-Ey, ¿Qué pasa? ¿Estás bien? -mientras me acariciaba con su mano gélida y abrazadora-

Soledad me preguntaba si estaba bien... La ironía está clara, ¿no?

-No, Soledad. No estoy bien -sin dirigirle mi triste mirada-

-¿Por qué? -sentía en el fondo su desinterés- Contame.

Por alguna razón, y a pesar de sentir su frialdad hacia mi persona o el desconsuelo que me generaba escucharla, tenia que contárselo. Como si ella era en verdad fuera mi confidente.

-Y bueno... -tras un leve suspiro- Estaba pensando en Julieta.

-Y... ¿Por qué lo hacías? -como forzada a responder-

-Porque, cuando uno se queda en la cama sin nada que hacer, pues, piensa... Al menos a mí me suele pasar así.

- Y ¿Por qué no te levan... -mirando un poco avergonzada sobre quién estaba acpstado- ¡Ah! Ahora entiendo, perdoname en serio, que vergüenza... Esperá -recuperando el tono amistoso que lleva- Aww, sos tan tierno. ¡No querías despertarme! ¡Gracias! - y me da un fuente abrazo, con esa ambigüedad térmica de siempre-

-No fue nada, pero... estoy esperando hace un buen que te despiertes y... de verdad, quiero, anhelo ir al baño.

No se me ocurrió algo más efectivo para moverla. Y en parte era cierto, ya quería hacer mis necesidades.

-Ah, ok, ok. - tirándose al otro lado de la cama y alzando las manos para ser más clara- Sos libre.

Me levanté con la intención de bajar corriendo, pero necesitaba saber la hora (soy un poco obsesivo) y fui hasta mi perchero rodeando la cama mientras Soledad me seguía con la mirada. Saqué mi no tan sofisticado Samsung para saberlo: Faltaban siete minutos para las once. Se me fue la mañana, y lo único que hice fue recordarla. Tal vez tengan muchas mañanas así si dejan que ella duerma con ustedes. Ahora sí ya era imposible que lo disfrute.

Dejame solo,  Soledad. Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon