Capítulo XVII: La Introspección

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El dolor vertebral que sentí apenas desperté recostado por el filo de uno de los escalones, deberá ser, probablemente, un nuevo récord. Habrase visto en los anales del dolor humano un flagelo semejante al que tuve aquella la mañana siguiente a la noche reveladora que me tocó en suerte vivir. Por lo menos, el baño se encontraba más cerca que de costumbre. Los movimientos a él fueron escasos y precisos para evitar agravar la dolencia. El masoquismo no era una opción muy atractiva.

Ni siquiera me preocupé de ver el pronóstico del día, pero no era necesario ser un docto meteorólogo para descubrir que estaba siendo un clima agradable; aún era temprano, así que el calor aumentaría con las horas. El agua que salía del elegante grifo de plástico blanco era tan fresca y rejuvenecedora que un sinónimo de gloria tendría que haber sido el momento en que mi rostro pudo empaparse con aquel líquido glorioso. Después de renovar mi cutis facial con ese baño matutino, pude mirarme al espejo, y, francamente no era agradable lo que me mostraba: Un chico cansado, fastidiado si se quiere. Las ojeras que oscurecían el brillo de mis ojos, que en este momento solo destacaban por su hinchazón y su color rojizo. Me veía también un poco más pálido, como si el sol no me hubiese dado en varios días y mi hogar se encontraba en el interior de una heladera. En ese momento, cuando mi mirada iba adentrándose en el reflejo, aparece Soledad a un lado y rodeándome el cuello con sus brazos se acerca a mi oído y me pregunta suave pero venenosamente.

- ¿Qué ves?

Ella se encontraba justo a mi lado, peligrosamente cerca. Me estaba abrazando y esa sensación tan confusa que me generaba había desaparecido hace varios días, ahora se sentía de una sola forma: Cálido. Tras mucho tiempo sentía algo de calor en mi cuerpo, tal vez a eso se debía mi palidez, o tal vez a eso se debía mi aislamiento. Sea cual fuese la razón, estaba frustrado, triste, desganado, ojeroso, un cierto -a quien engaño, total- desagrado con todo lo que había descubierto acerca de mí. En resumen estaba cansado, harto de todo esto, de todo este autolamento y flagelacion. Las siguientes palabras fueron en serio, el principio del fin:

-Un chico que quiere cambiar. -Respondí sin vacilar

-¿Seguro? -respondió sin muchas vueltas.

-Sí. Definitivamente.

Su mirada hacia mí no fue la más expresiva que pudo ofrecer. Sus ojos, que mostraban un camino incierto, fue lo único en su rostro que manifestó algo. No logré saber si estaba triste o no, pero ella prosiguió.

-Muy bien, entonces creo que podés saberlo...

-¿Saber qué?

-Por qué estoy acá. -Responde mientras da unos suaves pasos fuera del baño.

-¿Para qué estás acá?

-¿Te acordás que te dije qué aún no podrías entenderlo? Pues ahora sí. Ahora podés entenderlo, al menos eso calculo.

-Pero... no entiendo... ¿Qué vas a hacer?

-Nada, solo voy a seguir tu caminata. -Alejándose del baño.

-¿Cuál caminata?

-Ah cierto, salgamos a caminar.

No sé bien como accedí pero, lo hice. En menos de lo que uno imaginaría salí a caminar porque algo que no funciona bien en mí me lo propuso. Llevaba unos deteriorados auriculares negros que más tenían pinta de cables usados que de dispositivo de reproducción de música o lo que fuere. Lo que puedo dejar en claro es que una vez pasado el portón, fui hacia mi derecha. Y solo digo esto porque en mi vaga caminata tomé una cantidad inpensada de direcciones que me habían llevado a cualquier lado. No estaba perdido, pero no podre cumplirles el deseo de hacer un mapa de adónde he ido. Puedo también decir que la paz que uno encuentra hacia estas zonas es bastante razonable en consideración de los ruidos de bocinas y de motores que se dan frente a mi casa. Buscaba la forma de ir por la vereda pero, durante varios tramos la acera es reemplazada por tierra roja o diminutas rendijas entre la casa y la calle que simplemente es empedrada. Si bien el calor es calcinante, las calles también cuentan con pequeñas lagunas entre las piedras del camino, o inclusive, podían formarse pequeños canales de agua a los costados -les decimos raudal- destruyendo tu "vereda" en caso que solo tengas arena ¿Por qué? bueno, o es 1) Llovió torrencialmente el día anterior, 2) Se rompió algún caño de la aguateria o de la cloaca (que si tenés suerte llega hasta vos) o 3) Algún desubicado está desaguando hacia la calle, lo cual es penado por la ley, pero bueno, para explicar como funciona la justicia aquí debería realizar otro libro.

Dejame solo,  Soledad. Where stories live. Discover now