V

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Gerard lanzó un nuevo golpe descuidado y brusco al sujeto enfrente suyo. Este inmediatamente se retorció de dolor y escupió un diente sacado perfectamente de su lugar desde la raíz, acompañado de algo de sangre. Un sollozo lastimero salió de su boca. 

— Me considero alguien benévolo —comenzó a medida que caminaba apaciblemente alrededor del hombre, tal como una hiena salvaje haría con su presa moribunda. El joven se encontraba de rodillas en el suelo, siendo juzgado y castigado duramente por Gerard en medio de un círculo de su gente, quienes miraban la escena con atención y diversión—, Conozco la misericordia y sé aplicarla a quiénes realmente la merecen. Anda, puedes preguntarle a cualquiera de los aquí presentes, saben como soy, me conocen. Son mi gente y soy piadoso con ellos, pero no lo soy tanto con los que me traicionan en mis propias narices.

— P-por favor... No es lo que parece. Yo... —tartamudeó el sujeto castaño y de ojos grises, el terror era evidente en sus ojos. Fue callado por otro duro golpe de Gerard, está vez en su estómago.

— ¿Acaso te he dado permiso para hablar? ¿Le he dado permiso para hablar a esta escoria? —se dirigió a sus hombres.

— Claro que no —rió su hermano Mikey, a su lado, divertido por la situación en proceso. Le dedicó al sujeto una mirada maliciosa que luego compartió con Gerard— Deberías enseñarle algunos modales, ¿no crees?

— Ahora que lo mencionas... —Gerard pateó el indefenso cuerpo que yacía en el suelo. Se cubrió la cabeza con ambos brazos en un intento vano de proteger su rostro de los continúos ataques del pelirrojo. Golpeó con ira su esternón, costillas, y todo lo que estuviese próximo a su alcance. Oyó el familiar sonido de un hueso quebrándose, pero aquella no fue razón válida para detenerse. Lo sujetó por el cabello y arrastró unos centímetros, ahora con su magullado y sangrante rostro al descubierto le proporcionó otra feroz golpiza que le hizo caer al suelo de espaldas del impacto. La sangre no se hizo tardar en comenzar a emeger de su nariz rota.

— B-basta, p-por favor —sollozó el sujeto, tratando de incorporarse.

— Pides por mi clemencia, cuando no tienes ese derecho —acusó Gerard, agitado debido al esfuerzo. Mikey sacó de su chaqueta un pañuelo blanco y se lo alcanzó a Gerard. Gerard limpió con este la sangre que se había impregnado a sus nudillos—. Lo has perdido al traicionarme con esos bastardos —Bramó. Arrojó el pañuelo sucio al suelo y se colocó de cuclillas para estar a su altura. Sujetó el lastimado rostro ajeno con dureza y le obligó a mirarlo—, Ahora dime, ¿porque lo has hecho?

— Le juró que no he hecho nada, y-yo no dije nada a nadie —balbuceó, las lágrimas caían libremente por sus mejillas— Jamás haría algo para perjudicarlo.

— William debió de haberse enterado de nuestros planes de alguna manera. Sabía lo que íbamos a hacer, incluso en el momento exacto. Y me temo que todo nos lleva a ti —escupió Gerard, soltando la cara de aquella alimaña— El típico chico nuevo que quiere ser uno de nosotros y ganarse nuestra confianza para así correr con nuestros enemigos y contarles todo como una rata de alcantarilla. Mis hombres incluso te vieron hablar con uno de ellos, tu palabra vale mierda para mí —sentenció.

— No, espere... Por favor. P-puedo explicarlo, no es lo que parece —sollozó intentando obtener aunque sea una pizca de piedad de su parte. Pero Gerard se mantuvo imperturbable, conocía muy bien a los de su tipo y sabia perfectamente cómo se debían manejar. Quien se atrevía a traicionarlo no tenía otra oportunidad, y se debía ser firme con aquellos bastardos para dar el ejemplo. Mikey le alcanzó un arma y rápidamente volvió a su lugar, odiaba ser salpicado por la sangre, pues esta era difícil de quitar de la ropa.

Bon voyage, maldito bastardo —Gerard apuntó el arma a su frente y jaló del gatillo. La vida se apagó del joven, un disparo perfecto había atravesado su cráneo justo en el espacio entre sus cejas, matándolo al instante. Su cuerpo inerte cayó al suelo con un ruido sordo para no volver a moverse jamás. Una fina línea de sangre escapó de la hendidura dónde la bala atravesó el hueso—, Desháganse del cadáver, tírenlo a un callejón o lo que sea, no me importa. Pero sáquenlo de aquí —ordenó a nadie en particular, alguien se encargaría de hacerlo.

— Bob —llamó mientras comenzaba a alejarse de allí, seguido de su hermano, el cual caminaba a su izquierda. El sujeto regordete y rubio se acercó rápidamente y apareció en su derecha. Gerard le lanzó el arma tan pronto lo vio, este la atrapó por poco con manos nerviosas— Quiero que te asegures que no ocurran más inconvenientes como estos.

— Claro, Gerard —Bob luchaba por seguirle el paso— ¿Necesitas algo más?

— No, mueve tu culo de mierda y vete.

— Si, por supuesto. Lo siento —el rubio no necesitó más persuasión para retirarse. Bob luego comenzó a dar indicaciones a sus espaldas que no llegó a escuchar, pues estaba más concentrado en otras cosas.

— Por un momento creí que se iba a hacer en sus pantalones —bromeó Mikey con gracia— ¿Estás seguro de que era el espía? —preguntó luego.

— ¿Acaso importa? —dijo Gerard, rodando los ojos. Se quitó la chaqueta salpicada de sangre y se peino el cabello hacia atrás.

— No, la verdad no —coincidió con él— Sólo espero que no haya otro traidor entre nosotros.

— Si lo hay, acabaremos con él.

— Puedes contar con ello —sonrío— ¿Porqué tanto apuro? ¿Adónde vas?

— Tengo que arreglarme. No puedo presentarme a una cita cubierto de sangre, ¿o sí?

— ¿Tienes una cita? —preguntó un muy sorprendido Mikey. Su hermano no solía salir a "citas." No recordaba que hubiera tenido una en su vida, de hecho.

— Umm, algo así.

— Espera, ¿acaso irás a ver al tal Frank de nuevo? —ambos detuvieron su andar y Mikey le señaló con un dedo acusador.

— ¿Y qué si lo hago? —se encogió de hombros, sin darle mucha importancia.

— ¿Qué es lo que tienes con ese chico? ¿Por qué lo estás acosando, Gerard? —quiso saber. Que su hermano se interesase en alguien nunca era bueno.

— Nada. ¿Porque actúas así? —Gerard chasqueó la lengua y lo miró con el ceño fruncido.

— Por qué es amigo de Ray. ¿Te acuerdas de Ray, cierto? ¿Mi novio? Cielos, no debí decirte en que universidad estudia. Ray me mataría si se entera que te lo dije —se lamentó, llevándose una mano a su frente como si hubiera sido atacado de pronto por una terrible migraña, imaginando las circunstancias.

— Nadie quiere que tú noviecito se enoje, hermano. Tranquilo. Yo no diré nada —aseguró, palmeando su espalda.

— Gerard, es solo un niño —comentó con seriedad— ¿Qué edad tiene? ¿Dieciocho, diecinueve, tal vez?

¿Y eso qué? Ray tiene la misma edad y eso no parece impedirte cojerlo. ¿Porque debería importarme a mi?

— Es diferente. Ray solo es tres años menor que yo, y él es mucho más maduro que su edad.

— Yo no me opuse a tu 'relación' con el rizado, Mikey. Así que te aconsejó que no te metas en mi vida personal —advirtió. Gerard ya no quería seguir hablando de ese tema con él, se dispuso a irse pero Mikey lo sujeto del brazo.

— Solo dime una cosa, ¿cuáles son tus intenciones con él? —preguntó, aunque tenía una vaga idea al respecto. Lo había visto hacer lo mismo con otros.

— Nada que lo dañe permanentemente —aseguró, dedicándole una pequeña sonrisa soberbia. Se soltó del agarre de su hermano y continuó con su camino. Debía limpiarse aquellas manchas de sangre, no quería espantar al moreno si quería lograr su cometido con este.

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