XII

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Frank jamás se había sentido tan mal en su vida y tenía la sensación de que todo solo estaba por empeorar.

Había transcurrido casi una semana desde el incidente en el club; y en todo ese tiempo no supo nada de Gerard. Tuvo que preguntarse porque le importaba tanto y cuántos de sus pensamientos iban a parar en el peligroso chico de cabellos rojos. Trataba de fingir que podía vivir sin saber nada de él, que no le importaba en lo más mínimo... Falló miserablemente.

Sin embargo, la indiferencia de Ray era lo que le dolía más. Su amigo rizado le ignoraba. En la universidad, no se molestaba en dirigirle la palabra, ni siquiera se dignaba a mirarlo. Pero el fondo sabía que no podía culparlo por no querer hacerlo, pues él era el responsable de todo en primer lugar. Lo trató como un cretino cuando lo único que quería era protegerlo, se lo merecía. Era un asco de persona y no se merecía a alguien como Ray.

Temprano en la mañana de aquel día, Frank fue despertado por un mensaje de texto. Sus ojos se agrandaron cuando vio de quien se trataba. Ray.

Estoy afuera en el coche. Quiero hablar contigo.

Frank tragó saliva. Una pequeña parte de él se encontró feliz de que su amigo quisiera hablar con él, pero la otra esperaba que ignorase todo el asunto de Gerard, cosa que era poco probable. Le respondió inmediatamente y le dijo que estaría allí en cinco minutos.

Cayó hacia atrás sobre la almohada con un profundo suspiro. No sabía lo que iba a decir, y ya podía sentir todas las preguntas, más bien reprimendas de Ray. Sólo tenía que terminar con eso y quizás todo volvería a la normalidad, se dijo. Solo quizás.

Unos minutos más tarde, Frank se encontró caminando fuera de la casa y su estómago se retorció un poco cuando vio el familiar coche de Ray estacionado en la acera. Frank se acercó tan lento como le fue posible, pero con el tiempo llegó. Abrió la puerta y se deslizó junto a Ray en el asiento del pasajero.

— Hola, Frank —dijo con cierta frialdad.

— Hola, Ray.

Luego permanecieron en silencio por un momento, mientras Frank se retorcía incómodo en su asiento. Ray suspiró.

— Frank —dijo— ¿Me puedes explicar que mierda crees que haces con ese sujeto?

Frank humedeció sus labios mientras su cerebro acomodaba las palabras en su cabeza; ¿Qué era lo que tenía que explicar? ¿Cómo debería de explicar que él y Gerard follaban sin que sonara como si fuera un prostituto fácil? Tal vez lo era.

— Nosotros... Gerard y yo... —murmuró, meneando nerviosamente sus dedos sobre su regazo— Tuvimos sexo.

La cabeza de Ray se movió hacia él tan rápido, que el moreno casi temió que se hubiera roto el cuello. Había pensado que Ray se había dado cuenta para ese entonces, pero a juzgar por su expresión sorprendida, había sido un error comenzar por esa parte.

Ray abrió la boca, pero pareció cambiar de idea cuando la cerró de nuevo. Se volvió y miró hacia otro lado. Frank pudo ver cómo sus manos se apretaron alrededor del volante.

— No debería de sorprenderme. Ya casi no te conozco —murmuró finalmente. Frank no pudo evitar sentirse aún peor.

— Lo siento. Por todo, la forma en la que te traté fue deplorable...

— ¿Por cuánto tiempo llevas viéndote con él? —le interrumpió el rizado. Se volvió para mirlarlo de nuevo. Frank titubeó ante su mirada y se encogió de hombros.

— Un poco más de tres semanas —respondió. Fue allí cuando se dio cuenta de que en realidad había sido menos tiempo del que pensaba.

— ¿Por qué?

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⏰ Last updated: Sep 23, 2016 ⏰

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