VI

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— ¡Frank! ¿Quieres dejar de soñar? —la voz de Ray sacó a Frank de sus pensamientos. Parpadeó desconcertado, antes de voltearse a mirar a su amigo con el ceño fruncido. Ray levantó una ceja curiosa y señaló el cuaderno sin tocar delante de Frank. El moreno siguió su mirada y soltó un bufido cuando descubrió que había estado atascado en el mismo ejercicio matemático durante treinta minutos.

— Estás muy distraído, ¿en que diablos estás pensando? —el rizado lo miró con curiosidad. Frank era de colgarse con las cosas, sobre todo cuando esas cosas involucraban a las matemáticas, pero en aquella ocasión parecía estar particularmente fuera de sí.

— N-nada —murmuró y se quedó mirando la ecuación en su cuaderno tratando de comprenderlo, cosa que no estaba funcionando. Su mente divagaba en lo que había ocurrido el otro día, cuando Gerard se había aparecido fuera de su universidad con su motocicleta e insistió en llevarlo a casa. Trataba de no pensar demasiado en ello, pero se encontraba con que de hecho lo hacía, por una muy extraña y desconocida razón. Él y Ray se encontraban en su casa, el rizado intentando nuevamente que le entrase en la cabeza el maldito tema que no lograba comprender del todo. No le había dicho que se encontró con Gerard Way, simplemente sentía que no sería lo mejor para hacer.

Un fuerte resoplido de parte de Ray lo sacó de su trance momentáneo— ¿Qué pasa contigo hoy, Frank? ¿Hay algo que yo debería saber? —preguntó.

— No, solo estoy un poco distraído —suspiró mientras se llevaba una mano a la cabeza— No creo que pueda seguir con este tema, Ray—admitió. Veía aquellos espantosos ejercicios y quería saltar de un puente.

— ¿Y que quieres hacer? Apenas son las tres de la tarde.

— Tengo nuevos juegos por si quieres jugar. Aún no los he jugado —propuso Frank, en un intento salir de aquella atmósfera.

— Claro, no veo porqué no. Además de que patearé tu trasero como siempre lo hago —se burló mientras reía. Frank le mostró el dedo del medio y se puso de pie para ir a buscar a su habitación los juegos. Quizás así podría despejar su mente y quitarse de la cabeza a cierta persona. En el camino hacía las escaleras se encontró con su madre.

— Hola, mamá —saludó a la mujer que le había dado la vida.

— Hola cariño, les hice unas galletas, ¿por qué no vas por ellas a la cocina? —preguntó Linda.

— Gracias ma, pero sólo voy por unos juegos a mi habitación. Además, somos demasiados grandes para galletas, ¿no crees?

— ¡Nunca se es demasiado grande para galletas, Sra. Iero! —la voz de Ray se escuchó venir de la sala, pues oyó la breve práctica entre madre e hijo. Linda solo soltó una risita.

— ¡Puedes tener todas las que quieras, Ray! —le aseguró la mujer. Rió de nuevo cuando un agradecimiento de parte de Ray se dejó oír, luego volvió su atención a su hijo— Tengo que salir, pero les dejé la cena en el horno en caso de que Ray se quedé a comer. Sé bueno con él y no se metan en líos —le besó la mejilla para gran disgusto de Frank y acto seguido comenzó a caminar hacia la puerta principal. Sus tacones resonaban en el piso de madera.

— Si, mamá. Nos vemos —se despidió Frank, rodando los ojos. Al parecer aún creía que tenían cinco años.

Subió los escalones y entró a su habitación. Encendió la luz y se acercó a su repisa para tomar los juegos nuevos. Su mano apenas se había cerrado entorno a ellos cuando un sonido salió de su closet. Se dio la vuelta y se quedó mirando al closet entreabierto, preguntándose si el sonido había sido un fragmento de su imaginación o si había sido alguna rata o algo. La decisión de revisar creció en él, así que se acercó y abrió la puerta.

Hot ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora