Capítulo 1

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Jon Carter rodaba su sombrero en su mano mientras caminaba hacia la tienda de repuestos. Había alargado demasiado la tarea de arreglar los dos tractores que tenían en el rancho. Se suponía que ese trabajo lo debería hacer uno de sus empleados, pero todos estaban ocupados reparando vallas, limpiando las camas de los animales, alimentándolos…

Él debería estar haciendo su trabajo administrativo, pero lo cierto era que odiaba estar en su oficina y prefería estar trabajando la tierra o haciendo estos trabajos de compras, antes que encerrarse.

Iba pensando en las muchas cosas que tenía que hacer cuando una voz muy-lamentablemente-familiar se escuchó a un lado de la tienda. Rápidamente se escondió en un pequeño callejón entre la tienda y la farmacia. Justo a tiempo para ver a pasar a su maldición junto a su sobrino.

Liam Herrera.

Un nombre que no le agradaba para nada.

Nunca supo que ese chico existía hasta un día en la veterinaria Graham, cuando el muy demonio le pisó el pie apropósito y luego sonriéndole sin si quiera verse arrepentido.

Eso hace un mes y medio.

El pequeño infeliz llevaba fastidiándolo desde esa fecha. Haciendo su vida miserable. Cada vez que se encontraban, el chico lo observaba y se lo comía con los ojos y luego, cuando Jon quitaba sus ojos de él para ver a una linda chica, venía un golpe y una sonrisa del demonio que le invitaba a irse al infierno.

Y en ninguna de esas ocasiones recibió una disculpa si quiera. Excepto de Clarisse, la hermana de Liam, que no paraba de justificarlo y decirle que era un niño inmaduro que no sabía lo que hacía. No conocía la edad del demonio, pero estaba seguro que era mayor de 18, así que eso le hacía un adulto a ojos de sus abogados.

Frunció el ceño esperando que Liam saliera de la tienda y así no encontrarse con él. No deseaba esos encuentros que lo dejaban en ridículo y que ya no lo hacían reír, si no que le comenzaban a hacer enojar.

Esperó unos buenos 10 minutos, hasta que vio a ambos chicos alejarse. Entonces entró rápidamente a la tienda y compró los repuestos y algunas cosas más. Salió de allí directo a su camioneta y condujo hasta el RC –Rancho Carter- que estaba a media hora del pueblo.

Gruñó cuando vio a uno de sus empleados esperándolo en la puerta de la casa central, se acarició la sien lentamente, tratando de relajarse. Sabía que algo malo le esperaba al bajar. Tomó el paquete y salió, cerrando la puerta de su camioneta de un portazo. Se acercó a grandes pasos a Paul.

—¿Qué sucede? —preguntó cuándo estuvo lo suficientemente cerca.

—Una de las vallas de los corrales de los caballos estaba totalmente destruida, nos faltan dos potros.

—Maldita sea —gruñó pasándole el paquete a Paul y corriendo a los establos donde estaba Fire, un pura sangre negro que fue regalo de su padre cuando cumplió los 18 años. Lo ensilló con la eficacia que le daba haber nacido entre caballos y lo montó, galopando lo más rápido que podía hacia el lugar donde tenía a los potros pastando—. ¿Solo son dos? ¿Encontraron algún rastro de lo que les pudo suceder? —preguntó una vez hubo llegado, bajó de Fire y le dio un dulce acariciando su cuello—. Descansa chica —susurro soltándola. Se acercó hasta donde sus hombres trabajaban en reparar el cercado.

—Sí, solo son dos y no, ningún rastro, jefe. Al menos fueron dos y nos los siete potros purasangre, eso si hubiera sido una pérdida —comentó Santiago, uno de sus más antiguos empleados.

—Demonios, aun cuando sean solo dos es una pérdida —observó el cercado y el suelo, buscando algún rastro que le dijera que pasó.

—Ésta valla fue destruida a propósito, jefe. Alguien usó alicates para cortarla. No quiero confirmarlo, pero creo que alguien robó esos potros.

Conquistando a Jon CarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora