CAPÍTULO 7

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El enorme cuerpo de Seung Hyun yacía impasible mientras un ligero ronquido se desprendía de entre sus labios, consiguiendo que una gentil sonrisa jalara las comisuras de los labios de Ji Yong, quien lo sostenía entre sus brazos, ambos recostados sobre la cama. Luego del incidente con sus padres y las palabras de aliento del menor, el millonario había caído en un profundo sueño mientras clamaba el nombre de su amado. Paseando sus dedos a través del oscuro cabello, Ji Yong le observó detenidamente.

A pesar de no ser homosexual, Ji Yong siempre pudo apreciar la belleza, y si era justo, el millonario era una de esas pocas personas que verdaderamente poseían una clase de belleza única y varonil. No era bonito, sino más bien era guapo, atractivo. Y más allá de eso, poseía un corazón como ninguno que recordara, puro.

Cerrando los ojos, rememoró los acontecimientos pasados de esa misma noche. Los gritos de la madre del pelinegro se habían escuchado por toda la casa mientras le reclamaba cada decisión. Había salido de su alcoba tan solo para encontrarse con cada miembro de la familia al pie de sus alcobas, escuchando en silencio mientras sus expresiones iban desde el regocijo hasta la vergüenza.

Luego de los rabiosos gritos, el sonido de un golpe fue seguido por el absoluto silencio. Ninguno de los miembros de la familia se había interesado lo suficiente como para ir a investigar, y no fue hasta que al final del pasillo apareció la imponente silueta del mayordomo, quien les miró con reproche, que absolutamente todos regresaron a sus aposentos, incluido él.

Llegaba a compadecerse, al parecer a nadie en la casa le importaba lo suficiente.

En medio de un lento suspiro, se atrevió a inclinarse tan solo para depositar un gentil beso sobre los oscuros cabellos, y como si fuese un truco de magia o simplemente el beso del verdadero amor, vio al mayor abriendo los ojos. Con una gentil y dulce sonrisa, Ji Yong se encontró a sí mismo acurrucando al mayor entre sus brazos mientras éste escabullía su rostro en el hueco de su cuello.

—¿Te sientes mejor?

—Sí. — ronroneó mientras sus labios acariciaban la pálida piel de su cuello. Buscando a tientas, consiguió encontrar los largos dedos del menor, entrelazándolos entonces con los suyos.

—Te perdiste la cena...

—No tenía hambre de cualquier forma.— suspiró.

—Pues yo sí. Me la he perdido por tu culpa...— frunció los labios— Así que tienes la obligación de ir allá abajo y prepararme algo rico de cenar.

—¿Prepararte algo? ¡Ni siquiera sé cocinar! — rio, separándose de su lado, le miró con una sonrisa turbia.

—Tienes que hacerte responsable. — rio— Ya sabrás cómo.

—Eres increíble.— sacudió la cabeza. Alzando la mano, se permitió acariciar la tersa mejilla— ¿Cómo lo haces?

—¿Qué cosa?

—Actuar como si nada, como si no hubieses escuchado nada.

—No lo hice.— sonrió gentilmente— Tan solo intuí que necesitas compañía, eso es todo.

—Eres lo mejor que he tenido, y jamás haría algo que te dañara. — clamó mientras se inclinaba y lo tomaba entre sus brazos, dejando un casto beso sobre los rubios cabellos.

—Ya lo sé...— murmuró, creyéndole en verdad. El único que podría hacer daño al otro, era él.

—Sabes, estoy cansado de todo. — separándose, le observó detenidamente mientras una sonrisa florecía en sus labios— ¡Vámonos! ¡Salgamos de aquí.

DRAGÓN DE DOBLE CARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora