CAPÍTULO 20

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Agitando las pestañas apenas en un insignificante intento por alejar las lágrimas que se habían conglomerado y que le picaban los ojos, Seung Hyun alzó la cabeza, apenas notando la delgada y desmejorada silueta caminando con premura en su dirección. Echado la cabeza hacia atrás, gimió lastimosamente mientras sentía cómo el dueño de aquella silueta se escabullía entre el espacio de sus piernas, consiguiendo que su propio rostro quedase apenas a la altura del delgado pecho. Cerrando los ojos, sintió cómo los suaves y largos dedos acariciaban con suma cautela sus afiladas mejillas, ocasionando que una sensación de genuino deleite se escabullera bajo su piel, cosquilleando cada centímetro del camino.

Temblando, gimió dolorosamente mientras sentía cómo los prohibidos labios se atrevían a acariciar los suyos. Burlándose de él.

Devotamente, permitió que la tibia lengua se paseara con suavidad sobre sus labios, acariciándolos como si esa fuese su tarea concebida. Hechizado, elevó las manos y no hizo otra cosa más que asegurarlas alrededor de las estrechas caderas, sintiendo como si ese fuese su lugar destinado. Saboreando con verdadero deleite, permitió que los recuerdos explotaran en su cabeza, como millones de fuegos artificiales, incendiando todo a su paso.

Más temprano esa noche, se había derrumbado en aquel oscuro y desolado callejón, teniendo como único testigo al único culpable de su desgracia y dolor. Ese mismo hombre que ahora lo sostenía entre sus brazos, había sido el mismo que lo había orillado a lo que era ahora. Un patético, alcohólico e imbécil hombrecillo sin nada. Se reiría de la situación si no se encontrara tan ebrio.

Con los pulmones ardiendo por la falta de aire, se separó lo suficiente como para que sus ojos conectaran con los del hombrecillo frente a él, quien simplemente se sonrojó ante su escrutinio.

—He intentado olvidarte...— murmuró con voz ronca, viendo la difuminada expresión de sufrimiento tiñendo la contraria expresión— Me he refugiado en otros brazos.— confesó mientras una solitaria lágrima resbalaba por su mejilla— Me he vuelto adicto al alcohol, en un vago intento por deshacerme de todos y cada uno de tus recuerdos...— sollozó— Y nada ha funcionado.

—Oh, Seung Hyun...— se lamentó el mesero, con lágrimas bañándole las mejillas.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? Odio sentirme de esta forma.— sacudió la cabeza mientras obligaba al más joven a apartarse. Tambaleante, se puso de pie— Sabía lo que tenía, el falso cariño y respeto de las personas a mí alrededor, y estaba bien. Funcionaba para mí. Ahora, ya no hay lugar para mí en ninguna parte.

—No digas eso, mi amor.— acercándose, sostuvo en su palma la afilada mejilla.

—Todo lo que tenía, lo que conseguí con sudor y lágrimas, se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.— saboreó el rancio en sus labios— Absolutamente todo.

Mirando al pequeño chico frente a él, se tambaleó mientras su cerebro apenas y se hacía consciente de la situación en la que se encontraba. Había permitido que ese hombre lo llevase hasta la destartalada casa en la que vivía, metiéndolo después hasta su habitación con más cuidado del que ameritaba, como si temiera ser descubierto.

Apenas su cuerpo había tocado la cama, se había desplomado de agotamiento, y mientras iba y venía por el mundo de la inconsciencia y la realidad, había notado como el hombrecillo se acurrucaba a su costado, enterrando el rostro en el espacio de su cuello mientras uno de sus piernas se abría espacio entre sus cubiertos muslos.

Abriendo los ojos apenas lo suficiente, se permitió observar detenidamente al joven hombre entre sus brazos. A pesar de todo, debía aceptar que era y seguiría siendo la persona más bella que hubiese visto. Con bastante timidez, alcanzó con las puntas de los dedos la tierna mejilla, acariciándola cautelosamente, temiendo que en cualquier instante el chico se apartara.

DRAGÓN DE DOBLE CARAWhere stories live. Discover now