Capítulo 1: El Comienzo

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Laketown, Julio 20, 1889. Mansión Pemberton.

Era verano cuando mi padre decidió aceptar aquella oferta de matrimonio. Yo no esperaba mucho, la mujer con la que pretendían casarme era algo hueca, tosca. Sin embargo, provenía de una familia rica, como la mía, ése era el único interés real en esa unión: El dinero.

A medida que crecía aprendí a moverme en este juego de poderes. Así funciona el mundo, así funciona la sociedad en la que vivimos, sobre todo si se vive en una posición privilegiada. Las personas usan máscaras todo el tiempo, sus verdaderas identidades permanecen ocultas en lo más oscuro de sus almas. El dramaturgo alemán Goethe lo dijo una vez: Todo aquel que aspira al poder ya ha vendido su alma al diablo; y vaya, vaya que sí.

En la sociedad en la que vivo las personas anhelan el poder y la riqueza. Jactarse de lo que tienen en fiestas estruendosas o en simples reuniones de té, es común. Así, aprendí a observar en silencio sus comportamientos, sus miradas cómplices; así, aprendí a escuchar a aquellos que halagan en público, pero insultan cuando nadie los ve.

Sin embargo, mientras menos poder existe en una familia, más libertad hay. Lo aprendí cada vez que visitábamos los pueblos, incluso si sólo íbamos de paso. Niños jugando en las calles, familias reunidas al calor de las chimeneas. Sonrisas, aunque falte dinero, sonrisas.

En mi familia hay dinero, pero no sonrisas. No todos sonríen.

Y llegó ese verano, el que no pensé que llegaría nunca. Escuché algunos rumores entre los sirvientes, decían que mi padre estaba buscándome una esposa, tal como lo hizo con mi hermano mayor hace unos años. Yo planeaba escapar de casa desde que era pequeño, encontrar mi libertad anhelada, pero nunca pude. El matrimonio es un contrato de poder. Tal como se alían los reinos, se alían las familias. Y los rumores terminaron siendo ciertos.

Han pasado dos meses desde entonces, y la boda se realizará pronto; en dos semanas para ser exactos. Mi madre está muy emocionada, esperanzada, porque desea que tal vez yo encuentre felicidad con esa mujer; suele llamarme a la hora del té para acompañarla, y comienza a hablar de los preparativos que ya están listos y los que aún faltan por realizar.

—No estoy segura, Charles, ¿debería usar terciopelo, o seda? —decía algunas veces—. Bueno, tú usarás seda y tal vez no sea muy apropiado que yo la use también.

Mi madre es alegre, sonriente, pero sólo cuando está conmigo. Yo la amo de verdad, es a la única de mi familia que en realidad quiero con toda mi alma. Ella con sus ojos azules y cabello largo y rubio, que me hace sonreír siempre que me ocurre algo malo. Si le llegara a pasar algo, yo moriría.

Mis padres tuvieron tres hijos, incluyéndome. El primero que iluminó el hogar fue August, de veintitrés años, sólo un año mayor que yo. Y el último fue Thomas, de tan solo diez. El primero ya está casado, él es el orgullo de mi padre, quien heredará toda la fortuna de la familia Pemberton, mi familia. El segundo es parecido a mi madre algunas veces: sonriente cuando nadie lo ve. Sin embargo, reina en él la actitud odiosa de mi padre, lo cual me impide sentir por él algo grande como lo que siento por mi madre.

En cuanto a mí: Tengo los ojos de mi madre. Mi cabello es negro, como el de mi padre, Lord Benjamín Pemberton; pero despeinado, cosa que él no tolera. Tengo un poco de barba, que me he dejado crecer en las últimas semanas. Más por descuido que por placer; a mi padre tampoco le gusta que sus hijos se dejen la barba. Dice que es de gente desaliñada, de pobres de pueblo que nada tienen que ver con nuestra clase. Pero amo hacer enojar a mi padre, lo odio más que nada.

Odio sus aires de arrogancia; la forma en la que trata a mi madre cuando no estamos mis hermanos y yo presentes. He visto que la golpea, que la grita. Aún así, ella lo ama. Dice que aquel joven soldado del que se enamoró sigue en él, ¿tiene sentido?

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora