Capítulo 11: La Playa

21.4K 2.1K 2K
                                    

Lo sigo con pasos rápidos, sin dejar de preguntarme a dónde nos dirigimos. La emoción crece en mí cuando pienso en que por fin sabré un poco más de él, pues me permitirá conocer su hogar, o eso creo. C sale por la puerta trasera, la que está en la cocina. Atraviesa todo el jardín trasero hasta que llegamos al campo puramente dicho, donde ya no hay fuentes, ni estatuas, ni plantas sembradas por humanos. Según la dirección que estamos tomando, vamos hacia el horizonte que estaba observando la otra vez, antes de asustarme con lo que pasó con la cortina.

No puedo evitar sentirme confundida. No sé qué hay más allá, y en un par de horas anochecerá. Sólo puedo ver a lo lejos campo y más campo verde, que se pierde en la lejanía con una línea que lo separa del azul del cielo.

A pesar de ser un terreno bastante plano, no puedo evitar tropezarme con alguna pequeña piedra en el camino, haciendo a C reír. Él, en cambio, camina con tanta elegancia y tanta facilidad como si estuviese flotando.

—Espero que te agrade caminar —dice, rompiendo el silencio que llevábamos desde hace media hora.

Trato de disimular mi jadeante respiración. No es que no me guste caminar, pero vaya, esto de andar por el campo no se me está dando muy bien.

—¡Claro que me agrada! —respondo, volteando mi mirada hacia la mansión que, a este punto, está a nada de perderse de vista.

C me observa con las cejas levantadas y una sonrisa ladeada.

—Bueno, señorita —dice con tono gracioso—, por el ritmo de tu respiración podría decir que no caminas mucho.

—Es que no suelo andar tanto en medio de la nada. Pero gracias, no pensé que se me notara tanto.

Él ríe mientras sostiene mi brazo, pues estuve a punto de tropezar de nuevo.

Comienzo a sentirme cada vez más torpe a su lado. No puedo ser tan elegante como lo es él y eso me saca de quicio. No soy naturalmente torpe, pero la velocidad a la que vamos y los nervios que me hace sentir causa en mí cierta torpeza que no puedo controlar justo ahora. No obstante; después de un rato comienzo a igualar mi marcha a la suya, y así no tropiezo más.

Caminamos otra media hora en silencio, que es extrañamente cómodo. Él cierra los ojos mientras escucha el sonido de las aves y del viento. Lo observo y me gustaría ser como él, centrarme en los detalles que nos da la vida. Pero mi mente a menudo está llena de preocupaciones, tensiones y tonterías rutinarias, y no me permito a mí misma apreciar con detalle las cosas más mínimas, pero hermosas.

Así que lo intento. Cierro mis ojos y escucho cada sonido que llega a mis oídos. Es como música relajante, para meditar. Hay tanto silencio que el sonido de tu respiración se vuelve uno con la naturaleza. El aire es fresco. Nada de esto se encuentra en la ciudad, ¿cómo pude haber dudado en quedarme aquí?

Sin embargo, algún día tendré que volver a casa, aunque es algo que deseo cada vez con menos ansias.

Un sonido aún más hermoso comienza a hacer eco en mis oídos, un sonido que comenzó a aparecer poco a poco, al principio de manera sutil. He caminado con los ojos cerrados un buen rato, abriéndolos de tanto en tanto para evitar caerme. Pero esta vez no puedo evitar abrirlos del todo, lentamente, y comprobar con mi vista lo que mis oídos han escuchado.

Me detengo rápidamente, sorprendida ante el paisaje tan hermoso que está ante mí, un paisaje que no esperaba ver. C se detiene a mi lado, observándome con atención. Dejo que mi mochila caiga al pasto mientras mis ojos, asombrados, no pueden creer lo que están viendo.

El horizonte verde ha cambiado, para convertirse en uno azul más oscuro al fondo, y más claro al acercarse. Como sus ojos. No puedo evitar mirar a C, con una sonrisa en mi rostro. En sus ojos veo reflejado el océano que se extiende ante nosotros, perdiéndose a lo lejos con el azul del cielo.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora