Charles | Capítulo 15

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«El arte de agradar es el arte de engañar».

—Marqués de Vauvenargues.

Laketown, 1889.

Era verano cuando mi padre decidió aceptar aquella oferta de matrimonio...

El olor a tabaco llena mis fosas nasales mientras el humo danza frente a mis ojos, esfumándose con el aire. Hace un rato sólo el olor de las rosas y las camelias que mi mamá exportó desde Asia eran lo único que podía sentir, hasta que papá tomó asiento a nuestro lado y el ambiente comenzó a sentirse pesado debido a la sustancia que su pipa expulsa. Su nerviosismo es evidente, hoy visitaremos a una persona que definirá mi futuro. Es curioso pensar en el hecho de que el resto de mi vida está en manos de mi padre, un hombre que parece odiarme.

Mamá coloca su mano sobre la de él, que yace en su rodilla, y observan el hermoso jardín que se expande frente a nosotros. Sentados en las mesitas al lado de una pequeña fuente, el ambiente se siente propicio para tomar el día al aire libre, con una manta sobre el pasto y panecillos que acompañen el día. Milagrosamente el cielo está despejado, y aunque el sol no se siente muy fuerte hoy se alcanza a sentir la calidez matutina.

A pesar de que papá tiene cambios fuertes de humor siempre me he interesado en intentar descubrir el porqué de los mismos, y el porqué de su aparente odio hacia mí. ¿Será realmente odio, o tal vez sólo está proyectando en mí amarguras de su propia vida? ¿Él me quiere, como buen hijo que siempre he sentido que soy, o sólo me encuentra como una carga? Podría decir que el matrimonio que está arreglando para mí sólo es muestra de que quiere arruinarme la vida, pero entonces tendría que decir lo mismo de August. Sólo queda aceptar que nuestras vidas se centran en construir un negocio alrededor de un lazo santo, como lo es el matrimonio. Mi familia se beneficia, la de mi futura esposa también; el legado de los Pemberton se fortalece, y el de la familia de ella, quienquiera que sea, también.

Tal vez hoy en la noche, una vez volvamos a casa, pueda intentar hablar con él. Si el matrimonio se concreta seguro estará de buen humor, y las dudas que han rondado en mi cabeza por tanto tiempo podrán ser finalmente respondidas.

Mientras tanto ocuparé mi tiempo en una preocupación aún mayor, que puede significar mucho, o no significar nada: mis sueños. Últimamente he soñado cosas extrañas y su patrón se ha ido intensificando. Lo mismo lo he soñado antes, pero no era recurrente, como ahora. Llevo toda una semana en la que cada noche la imagen de estas personas con atuendos extraños no sale de mi mente. ¿Qué podría significar algo así? Esas imágenes se han apoderado tanto de mi mente que ni siquiera he tenido tiempo de continuar pensando en mi futuro matrimonio, que arruinará todos mis planes y que me frustró y me enojó por días. Es como si esos sueños fueran mucho más importantes que ese sucedo.

Observo a mis padres, quienes no han dicho ni una sola palabra. Están observando la naturaleza que nos rodea con expresión de tranquilidad, mientras el cochero alista el carruaje que nos llevará a nuestro destino dentro de poco.

—Padre, madre. —Llamo su atención rápidamente—. Esto podrá sonar extraño, pero, ¿alguna vez han soñado con cosas que no conocen, ni entienden?

Benjamín me observa con el ceño fruncido, creo que esperaba cualquier pregunta menos esta. Mi madre, por su parte, se ha llevado la mano a la barbilla, y puedo notar en su expresión que está intentando recordar.

—No lo creo —responde mi padre, dejando su pipa sobre la mesa. Al parecer el tabaco le ha ayudado a relajarse, porque está pronunciando las palabras con más lentitud que la habitual y su expresión es tan neutra que no puede leerse—. Usualmente olvido mis sueños tan pronto como despierto.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora