Capítulo 57: Pervivir

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"El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene".

—Víctor Hugo—


SIETE AÑOS DESPUÉS

Hay un ruido distorsionado que llega a mis oídos, pero que no es cifrado en algo claro. Me encuentro en ese extraño estado en el que estoy dormida, pero de alguna forma soy consciente de ello, y algunas señales sensoriales llegan a mi cerebro desde el exterior. Nunca pensé que este viaje iba a ser tan agotador, y sólo estamos al principio del mismo.

Ni siquiera los bruscos movimientos de la camioneta en la que vamos logran sacarme de mi ensueño. Contra mí aprieto algo muy valioso, y lo abrazo con ternura, pero con protección. Escucho voces cercanas que, de igual forma, llegan de manera distorsionada.

Por instantes repentinos tengo sueños hermosos, sueños que he estado teniendo en los últimos siete años. Sueño con un azul claro, con una piel casi transparente, con un abrigo y un sombrero negro. Sueño con melodías de piano y el olor a pastas recién hechas; sueño con una sensación de calidez en mis labios al juntarse con otros, y con una voz angelical que llama mi nombre. Sueño con risas, felicidad, alegría; con la sensación de nerviosismo que siempre me asechaba. Sueño con que desliza un anillo en mi dedo, y con el eco de una iglesia en un lejano pueblo inglés.

Sonrío cuando el sueño toma lugar y logra desconectarme de aquellas sensaciones provenientes de mi alrededor. Estamos en su habitación, con la ventana cerrada mientras la lluvia suave golpea contra ella. Estamos en la cama, recostados, tomados de la mano y mirándonos a los ojos. Él me acompaña en sueños todos y cada uno de los días, siempre está conmigo, desde donde sea que él esté. Conversamos, reímos, nos besamos. Lo desatraso de todo lo que pasa en mi vida, y él me cuenta lo que pasa en la suya, allá, en ese lugar inaccesible para mis sentidos.

Estamos hablando amenamente, mientras la lluvia continúa cayendo; le estoy contando que ya llegué aquí, ¡estoy aquí! Él sonríe y por un momento no puede contener la emoción, y me abraza fuertemente. Llora, está llorando. Pudo venir, su sueño se está haciendo realidad.

Entonces una emoción inmensa me envuelve, y siento que estoy llorando dormida.

Entonces todo se desconecta, cuando un brusco movimiento me hace despertar. Él ya no está conmigo, como sucede siempre que despierto. Otra vez la realidad, las voces ahora llegan claras y el sonido de la camioneta sobre el camino, también. Llevo mi mano a mi mejilla para limpiar la lágrima que sentí en sueños.

Suspiro, y me recuesto contra mi asiento nuevamente, observando el hermoso paisaje pasar por mi ventana.

Neil sostiene en sus manos un mapa y una guía de viaje, y habla solo sobre las riquezas arqueológicas que hay aquí. Él también está muy emocionado, parece un niño en una dulcería.

Río con él, y él pasa un brazo sobre mis hombros, atrayéndome hacia él para que yo también pueda leer lo que él está leyendo, pero yo no lo hago, el estar en este lugar me ha hecho pensar en otras cosas.

Los primeros meses fueron los peores. Me tomó mucho tiempo asimilar su partida, y todavía soñaba esperanzada con que volvería en cualquier momento. Pero eso nunca pasó, nunca volvió. Me encerraba en mi habitación por horas, con sus fotos en mi mano. Winter se acostaba conmigo, lo más cerca de mí posible, haciéndome sentir su calor y haciéndome dar cuenta de que todavía había vida en esa mansión. Papá estaba muy preocupado, y pensó que sería mejor volver a Londres. Fue entonces cuando finalmente la mansión Pemberton cumplió con la misión original que teníamos para ella: convertirse en un museo, un lugar de memoria y honra. Fue lo que le prometí a su familia, y fue lo que comenzó a sacarme de mi depresión.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora