Capítulo 23: Amarga felicidad

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Mis pasos se ahogan en el silencio de las calles, mientras sigo a Charles hacia un destino aún incierto para mí. Tiene, como de costumbre, sus manos en la espalda. Sin embargo; la forma en la que las aprieta en un fuerte puño, y el hecho de que no haya dicho ni una palabra desde que salimos de la biblioteca, me hacen preocupar constantemente. No hay nadie fuera a esta hora, y la lluvia por fin se detuvo. Pero el frío congela mis huesos, y siento cómo se entumen los dedos de mis manos poco a poco.

Él camina con pasos decididos, y murmura de vez en cuando palabras que no alcanzo a entender, más para él mismo que para mí. De vez en cuando me dirige una mirada rápida, y me sonríe como sólo él sabe hacerlo, para luego sumirse en sus pensamientos nuevamente.

Trae la ropa con la que estoy acostumbrada a verlo: Sombrero, guantes y un abrigo negro, aquel que ahora sé que perteneció a él en vida, lo cual me causa nostalgia. Pero verlo así, a la luz de la luna y caminando por calles desiertas, despiertan en mí esa curiosidad que él siempre me ha causado. El misterio que parece rodearlo en este escenario es simplemente abrumador, sobre todo porque está callando lo que desea decirme hasta que lleguemos a su lugar pensado.

Ya hemos salido del pueblo. Después de la última casa, el campo se extiende ante nosotros, interrumpido solamente por la larga y solitaria carretera. No obstante, Charles no continúa por ella, sino que se desvía hacia la derecha, donde el campo se pierde en el horizonte, con uno que otro árbol plasmado a lo lejos. El pasto está húmedo, y justo cuando pongo mis pies en él, estos se hunden en el lodo que ha formado la lluvia. Salí de la mansión sin abrigo, y no tengo más que abrazarme a mí misma para darme calor, mientras sigo como puedo a Charles, que parece flotar sobre el suelo, debido a la facilidad con la que camina en este inestable terreno.

El viento sopla con fuerza, y no puedo evitarlo: Un gemido sale de mi boca, a causa del frío que penetra mi cuerpo. Charles se detiene abruptamente y voltea a mirarme, con sus hermosos ojos azules mirándome con preocupación.

—¡Emma! ¡Discúlpame, por favor! —exclama, acercándose a mí con rapidez—. Estaba tan concentrado en mis pensamientos que no pensé que tuvieras frío...

Su voz se corta mientras habla, y me mira como si hubiese hecho algo muy malo. Yo pongo mi mano en su brazo, tratando de calmarlo. A pesar de su preocupación, no puedo evitar sonreír al ver lo tierno que se ve cuando está preocupado por mí.

—Está bien, Charles, entiendo —le digo con una sonrisa, y no puedo evitar sentir ganas tremendas de abrazarlo en este momento.

Él asiente con la cabeza, aunque su expresión de preocupación sigue dibujada en su rostro. Entonces lo veo hacer algo que me agita el corazón poco a poco. Se quita el abrigo rápidamente, mientras camina hasta situarse detrás de mí. Yo no me atrevo a moverme cuando siento su suave voz en mi oído.

—Permíteme, bella dama.

Siento el corazón en la garganta y el calor subir a mi rostro al escuchar aquellas palabras. Volteo mi mirada con timidez, y él está observándome con una sonrisa, mientras espera para ponerme el abrigo. Yo muerdo mis labios mientras paso mis manos por las mangas, y el olor que emana su abrigo, su olor, penetra mis sentidos con ímpetu.

Cuando me acomodo bien el abrigo el frío me abandona por completo, y la sensación de calidez se apodera de mí. Me extraño, pues él no emana calor, pero por alguna razón su abrigo está tibio. Cierro los ojos, disfrutando de aquella sensación, y no puedo evitar pensar en cómo se sentiría tocar su piel, y la tibieza de ésta. Imagino sus caricias, su tacto. No abro los ojos, pues aquello que pasa por mi mente es como el paraíso para mí. Aquí, de pie y encerrada en el calor de su abrigo, imagino cosas que nunca pensé imaginar, pero que llegaron a mi mente con rapidez y por razones que no comprendo. Sé que debo tener la cara más tonta del universo en este momento, no sólo por el hecho de pensar lo que estoy pensando, sino porque esto implica algo más: sensaciones no sólo emocionales e imaginarias, sino también sensaciones físicas.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora