FlashBack N° 1: Libertad en el Pecado

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Jueves, 2 de mayo de 1872.

Zona Céntrica de la ciudad de Montecarlo (Francia)

Edificio de la Administración & Gestión de Obras Públicas.

Gotas de agua, deslizándose como lágrimas por aquel cristal que reflejaba un bello rostro. Un rostro que amaba, sufría por amar, y que al parecer, amaba sufrir. Sus piernas cruzadas, al igual que sus brazos, reposaban con gracia sobre una de las múltiples sillas en el pabellón de espera, frente al despacho del Director General del nuevo emplazamiento que cambiaría el mundo.

¿Nervios? No era eso lo que denotaba su rostro ¿Preocupación? No era eso lo que denotaba su expresión. Desde el primer día en el que trabajó en aquellas oficinas dio lo mejor de sí misma, siendo recompensada con numerosos logros y méritos que la llevarían a una mejor posición económica. Probablemente tan sólo querían ascenderla otra vez, o darle un nuevo encargo, ¿quién sabe?

Con un leve movimiento, retiró los mechones oscuros de su cabello que se alborotaban por su frente, sin control definido. Sus ojos negros y profundos, delineados con una finísima línea grisácea que realzaba su expresión, parecían mirar en lo más profundo de un simple vacío.  Sólo dejaba que su mente delirara, llevándola lejos de aquel pabellón en el que esperaba, por fin, un nuevo futuro.

Antes de que pudiera sacar a la luz los tormentos que guardaba en su alma, el Director se presentó ante ella con una sutil reverencia. Acto seguido, besó su mano y la invitó a pasar dentro de su despacho. El hombre le sacaba por lo menos 5 años de edad, tan solo. Su traje ajustado y su rebelde cabellera le daban un aspecto juvenil, pero muy en su interior todavía no había perdido al pequeño niño que todos mantenemos cobijado en nosotros. Tan sólo intentaba liberarlo en los momentos adecuados, y nada más.

Pero era eso lo que más le gustaba de su jefe. Su empatía, su cariño y comprensión hacia sus empleados. Al mando de la obra, sí, ¿pero quién puede temer a alguien tan encantador? Una vez dentro de su despacho, la joven ocupó su asiento frente al escritorio abarrotado de documentos, planos y una notoria demasía de lápices y bolígrafos. Adoptando una pose adecuada, dejó que su jefe se sentara frente a ella.

Él debía comentarle algo importante, pues su expresión le delataba. Algo tan importante, que cambiaría su vida por completo, sin que ella supiera cuándo, cómo o de qué modo. Tan sólo esperó el fluir de sus palabras, firmes y listas para dar cualquier tipo de aviso o noticia importante. Tras recolocarse su corbata, comenzó a hablar de una manera sospechosa, muy formal para alguien como él.

—Srta. Fossati, ¿me equivoco? No nos hemos visto desde tu último ascenso, querida —Evelyn tan sólo se dedicó a sonreír, tímidamente, esperando lo mejor de lo peor, o lo peor de lo mejor.

—Así es, señor. Su secretaria personal me informó de que quería reunirse conmigo a esta hora, ¿no es así?

—¡Por supuesto que sí! —exclamó, relajando un poco la tensión que yacía en el ambiente—. Debo comentarte algo muy... secreto. Algo que me influye más en lo personal que en lo profesional. No sé si me entiende.

—Perfectamente —asintió, nerviosa ¿Quería contarle un secreto? ¿A ella?

—Este proyecto es probablemente el más importante que hayamos realizado hasta la fecha —comenzó. Mientras, se levantó de su silla y comenzó a caminar por el despacho. Estanterías llenas de libros, decorativos, y en el exterior, un clima nada favorecedor—. Usted sabe que el gobierno aceptó a ayudarnos con el presupuesto...

Death's Lullaby (Novela Histórica de Misterio & Suspense)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora