7

2.8K 234 22
                                    

—Al fin conoceré a Adam—dijo Lucas, mientras leía el periódico

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Al fin conoceré a Adam—dijo Lucas, mientras leía el periódico.

Lucas y Adam solo habían hablado por teléfono un par de veces y se habían visto por medio de fotos, que nos enviamos en nuestras cartas.
Era extraño para mi saber que en tan sólo unos días tendría a los dos hombres más importantes de mi vida junto a mi. Estaba extasiada de felicidad.

—Lo adorarás. Es un gran hombre—afirmé.

—Si no fuera sacerdote, estaría muy celoso—admitió.

Oh, si el supiera.
Nunca conté a Lucas lo que había pasado entre Adam y yo. Prefería mantenerlo en secreto. Sólo mi madre y mi mejor amiga, sabían cuanto lo había amado.

—No tienes porque estar celoso—mentí—Adam es como mi hermano.

El asintió, riendo.

—Lamento tener tanto trabajo. Me alegra que tu estés de vacaciones, así puedes disfrutar junto a él.

—No hay problema. Además solo será por un mes, luego tu también estarás de vacaciones.

Mi querido suegro me había permitido tomarme estos dos meses para calmar mi estrés, y ocuparme de la boda. Pero Lucas no podía ausentarse tanto tiempo en el trabajo, por lo que el debía trabajar por un mes más.

De pronto mi teléfono sonó. Interrumpiendo nuestra conversación.

—Es mi madre—espeté y me levanté de mi asiento, para dirigirme a la habitación.

—Dale mis saludos.

—Lo haré.

Me senté en la cama y contesté el celular.

—Hola mamá.

—Hola mi niña.

Mi madre seguía tratándome como si fuera un bebé.

Tengo veintiocho años.

—¿Cómo has estado hija?

—Bien mamá, ocupada¿ y tú?

—Bien mi niña, te he llamado porque tengo buenas noticias. Hablé con Sara y me comentó que Adam viene a Buenos Aires en unos días.

Mi madre parecía más ansiosa que yo, si eso es posible.
Sara, la madre de Adam y mi madre, María, han sido buenas amigas desde que ellos se mudaron a nuestro vecindario.
Tanto los Martínez, como mis padres, siguen viviendo allí.
Sólo están a unos pocos kilómetros de aquí, así que los visito con frecuencia.
Casi siempre voy sola, ya que a Lucas no le gustan mucho las reuniones familiares y siempre está ocupado, con el trabajo.

—Lo sé mamá, me he enterado. Hablé con el por teléfono ayer. Estoy muy feliz. No puedo creer que lo veré después de diez años.

—El ya es cura, hija. Deberás controlar tus hormonas.

Ella no acaba de decir eso.

—¡Mamá! ¿Qué dices? Lo de Adam fué hace mucho tiempo. ¡Estoy a punto de casarme mamá.Por dios!
Deberías dejar de decir esas cosas—supliqué.

Ella rió.
Increíble. Mi madre es única en su especie.

—Esta bien. Puedes mentirte a ti misma, Julia. Pero no puedes engañarme a mi, a tu propia madre.

—Mamá, debo colgar, tengo que acompañar a Lucas a hacer unas cosas, discúlpame—mentí—Te amo.

—Y yo a ti hija, hablaremos luego.

Colgué, mirando hacia todos lados, como si fuera una prófuga de la justicia. Mi madre me hacía sentir culpable.
¿Qué pasaría si mi prometido hubiera escuchado lo que dijo?
Debo tener una seria conversación con ella.

Finalmente, el gran día había llegado.
Me desperté con una sonrisa de oreja a oreja ese día.
Sara me había llamado, diciéndome que ella y el señor Martínez no podían ir hasta el aeropuerto porque el estaba enfermo.
Le dije que no se preocupe, que de todos modos yo tenía pensado ir a recibirlo.

Si fuera por mi, hubiera acampado en el aeropuerto desde ayer.

Ahora iría a buscarlo, y lo llevaría donde sus padres.
Tendríamos un largo viaje de carretera a solas.
Sumida en mis pensamientos, ni siquiera me percaté de que ya había llegado al aeropuerto.
La ansiedad comenzó a crecer en mi. Mis manos sudaban y mi corazón latía enloquecido.

Los minutos parecían horas, mientras esperaba que su avión llegue.
Había pasado de ansiosa a desquiciada en cuestión de minutos.

Me acerqué hacia la salida de pasajeros, mirando hacia todos lados en busca de mi amigo de toda la vida.
Las personas salían, saludaban a sus familias y al no verlo comencé a desesperarme.
Hasta que de repente lo vi.

Mi querido amigo había cambiado muchísimo en estos años, Pero su mirada era única e inigualable. Podías ver a través de sus ojos. En ellos se reflejaba su bondad y su amor hacia la vida, podías ver que tenía un gran corazón en su mirada.
Su cabello estaba más oscuro de lo que recordaba y más corto. Su forma de vestir era la de siempre, excepto por esa maldita tira blanca en su cuello que creaba un infinito de distancia entre nosotros, y el amor que alguna vez sentimos.

Espero que les este gustando. Si les gusta no olviden votar y comentar, si quieren. Gracias por leer ❤❤❤

Votos De Amor © (Terminada, En Edición)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora