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—Ya te habías tardado, Bobby —dije cuando lo vi llegar en una grúa con otros cuatro mecánicos.

—Sí. Lo sé. ¿Cuánto tiempo?

—Diecisiete minutos. ¡Nuevo récord!

Hizo muecas con sus manos y cabeza fingiendo celebración y empezó a revisar el auto. Yo, por mi parte, entré y le subí el volumen a la música. Si voy a esperarlo, va a ser con mi estilo.

Sonaron más o menos cinco canciones antes de que Bobby sacara la cabeza del motor e hiciera que este encendiera de nuevo.

Cuando finalmente terminó, salí del auto para ver cómo se limpiaba sus negras y grasosas manos con un suéter que, realmente, no estaba más limpio.

—Carga todo a la cuenta de papá.

—Lo sé —dijo levantando el pulgar.

Volví a entrar al auto y me fui. Me sentí conforme cuando advertí que no se notaba ni siquiera la silueta de Bobby por el retrovisor.


Mi espejo y yo [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora