32.

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Me desperté y sacudí un poco las espinas que seguían incrustadas alrededor de mi brazo y espalda. Luego de haberme desecho de la mayoría, corrí a mi habitación para encontrarme con una sonrisa pícara y los brazos cruzados de mi reflejo.

—No digas nada —dije en el preciso instante en el que puse un pie del otro lado del marco de la puerta—. Sé lo que tengo que hacer. Cuando regrese, podrás decir "te lo dije" las veces que quieras.

—Trato hecho.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y llamé a Natalie. Respondió luego del tercer o cuarto timbre.

—¿Hola? —Dijo del otro lado.

—¡Natalie! —Respondí con la respiración algo agitada— ¡Hola!

—Ah, hola, Nathan. ¿Qué tal?

—Nada bien, pero eso es lo de menos. 

—Ah. Qué pena, entonces.

—Debo verte.

—¿Qué?

—No... Necesito verte

—¿Recuerdas mi pizzería favorita? Te la dije en la escuela

—¡Por supuesto! —Respondí tratando de preguntar— Es esa que está entre la séptima y la doce. Unos amigos de tus padres trabajan allí y te dejan todo a menos precio.

—Te espero allí. A las cinco de la tarde.

—No faltaré —dije decidido—. Oye... perdóname.

—Allá me dirás todo lo que tengas que decirme. Por ahora, solo adiós.

En ese instante colgó la llamada. No me dejó responder la despedida, pero bueno. Entiendo su estado.

Solo espero que en la tarde todo pueda solucionarse.

—Te lo dije —exclamó mi reflejo.

—Ese no era el trato —respondí bromista—.

—Por lo visto, no estás en posición de negociar.

Sonreí y asentí con la cabeza. Le di la razón, algo que no hago muy seguido.

Fui a darme una ducha para remover todo el sudor y las espinas, y tal vez pensar en algo que decir.


Mi espejo y yo [Terminada]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang