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—¡Natalie! —Exclamé al verla llegar— Te esperaba, pero no tan pronto.

—¿Acaso soy impuntual?

—Tú acabas de entenderlo así.

Su rostro inexpresivo cambió por ciertas milésimas de segundo a una sonrisa. Dio dos pasos adelante y oficialmente entró a mi casa. Estiró su mano hacia mí tratando de saludarme mientras mi cara hacía notar cierta —tal vez demasiada— confusión. Sin discutir o reclamar nada, respeté su saludo y lo regresé.

—Me dijiste que tus padres estaban en casa —dijo mientras veía a los lados como si fuese la primera vez que venía— Dónde...

—Aquí —interrumpió mi madre al bajar las escaleras—. Un gusto.

—El gusto es todo mío, señora White —respondió Natalie de forma educada.

—¿Señora White? —Preguntó mi madre tratando de ganar la confianza de Natalie— Por favor dime Nicole. 

—¡Mamá! —Grité entre dientes— Al menos "señora Nicole", ¿no crees?

—Relájate, Nate —dijo mi padre, quien al parecer buscaba seguirle el paso a mi madre.

¡Carajo! Ahora aquí viene el gran Richard White.

—Sí, Nate —contestó Natalie—, relájate.

Correcto, entonces yo soy el antagonista.

—Mucho gusto —dijo mi padre con una mano dentro de su bolsillo mientras estiraba la otra—, señorita...

Se prepara para lanzar y...

—Natalie —respondió ella con una sonrisa— Natalie Johnson.

—¿Johnson? —Preguntó mi padre algo asombrado— Creo que ya sé dónde he visto ese rostro.

¡Anotación! Maldito Richard White.

¿Qué?

—Tu padre es Marshall, ¿cierto?

—¡Así es! —Respondió Natalie con cierto aire de jactancia.

—¡Es un placer, querida! —Dijo mi madre.

—¿La conocen? —Cuestioné.

—¡Por supuesto! —Mi padre dirigió la palabra y la mirada hacia mí— Marshall Johnson tiene un cuadro gigante de él y su familia en cada hotel que construye. Por eso recuerdo a Natalie.

—¡Me siento halagada! —Dijo Natalie alegremente, tratando de disfrazar sus ganas de burlarse de mí.

—Me alegra ver que se llevan bien —confesó mi madre—. Supongo que la próxima vez que nos hospedemos en alguno de los hoteles H-Johnson tendremos un descuento especial por ser los suegros de la hija del dueño.

Puse los ojos en blanco ya bastante molesto por la conversación. Natalie rió sabiendo que lo que pasaba allí me fastidiaba.

—Muy buen punto, señor White —bromeó Natalie—. ¡Oh, perdón! Señor Richard.

Mi padre sonrió, le extendió la mano, se acomodó sus pantuflas y siguió su camino junto con mamá.

—Subamos —dijo Natalie—. ¿Recuerdas el lugar donde me llevaste... bueno... aquel día?

—Por supuesto —contesté con algo de entusiasmo—, ¡vamos!

Le extendí mi brazo obteniendo a cambio su rechazo. Aceleró el paso y , antes de que pudiese darme cuenta, ya había llegado a aquel balcón.

Mi espejo y yo [Terminada]Where stories live. Discover now