42.

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Opté por levantarme y subir de nuevo a mi habitación. Mis padres estaban durmiendo y creo que mi cabeza está lo suficientemente repleta como para soportar un nuevo capítulo de Stranger Things. En otras palabras, no tengo nada que hacer.

—¿Qué has pensado? —Preguntó mi reflejo, tomándome por desprevenido.

Solté un pequeño brinco que el espejo tomó como objeto de burla.

—No vuelvas a hacer eso —ordené.

—No te prometo nada.

—Mejor hazlo. Digo, por tu bien.

—¿Mi bien? —rió— Ni siquiera tú estás bien.

—Eso no tiene nada que ver.

Se encogió de hombros.

—Tú mandas.

Agacho la cabeza. Exhalo. ¿En serio voy a decir lo que voy a decir?...

—No —Exclamé—. No mando yo. Es imposible que yo lo haga. Mírame, nada me sale bien, no tengo a nadie, no sé qué hacer. Yo no mando.

—¡Gracias a Dios!

—¿Qué?

—Debo anotar eso —ironizó—, ¿"El gran Nathan White" se mostró dependiente? ¡Eso es histórico!

—Cierra la boca. No me siento bien por eso, pero, al parecer, no necesariamente debo hacerlo.

—No. Al menos no por ahora. Yo me encargaré de que en un futuro sí.

—Trato hecho. ¿Qué es primero?

—Bien —sonrió—. Me encanta tu entusiasmo. Tu reacción cuando te revele mi mayor secreto no va a ser tan mala, ¿cierto?

Creo que está haciendo pucheros. ¿Nathan White hace pucheros? No.

—¿De qué hablas? ¿Cuál es ese secreto?

—No trabajo solo.

¿Qué? ¿No trabaja solo? ¿Hay más espejos? ¿mas gente? ¿Tendré más problemas con otros "yo mismos"?

—¿Y quién es tu guardaespaldas?

Me responde con la mirada; una mirada un poco pícara, pero que sabe que yo soy el único que puede descifrar el mensaje detrás de ella.

—No —chillé—, no, no, no, no y mil veces no. Ni se te ocurra.

—¿Cómo que no?

—¿No sabes lo que me dijo en la pizzería? No me quiere cerca, no me quiere a mí. Nada de lo que haga será suficiente. ¿No la escuchaste?

Soltó un largo suspiro, principal señal de que se avecina un sermón.

—Oye —dijo—, las chicas son complicadas, y no las culpo; sobre todo a ella. Fue un beso lo que detuviste, y un beso no solamente enmarca un momento que de por sí ya es bello. Cubre todo el recuerdo que existirá después. Ese "después" no ha sido el mejor, y es únicamente por tu culpa. Es obvio que unas simples palabras de perdón, con un cierto parecido a las de Fitzwilliam Darcy en su primera declaración a Lizzy, no van a ser suficientes. No lo serán para ella jamás. Necesita algo más, necesita verte diferente, y para eso necesitas mostrarte diferente. ¿En serio no puedes entender algo tan básico como eso?

—No creo que Darcy sea un mal ejemplo a seguir. Mucho menos sus palabras.

—Ese no es el punto, Nate. El punto es cuándo debes usar esas palabras. Y estoy seguro de que, en tu posición y condición, mostrarte petulante no es tu mejor opción. Dijiste que me escucharías y que seguirías mis consejos, y para eso necesito que escuches a alguien más. Es decir, así como tú, en este momento no puedo trabajar solo.

Dio en el clavo y lo posicionó muy en el el fondo con eso último. Lo peor aquí es que no tengo elección.

—Entonces, Daniel Blanco —dije—, ¿qué sugieres?

—¿Daniel Blanco? ¿En serio?

—Dices ser yo mismo, pero no te pareces a mí, así que no te llamaré con mi nombre.

—¿Daniel Blanco? —Suelta un suspiro, humedece sus labios y muestra una cara más seria que cualquiera que yo haya mostrado en toda mi vida— Llámame así otra vez, y te juro que nunca en la vida pensaré de nuevo en ayudarte o en algo parecido. ¿Vale?

—Entonces te nombraré así unas veinte veces al día.

Su flemático rostro me miró fijamente y llamó la atención de mi seriedad.

—Está bien —respondí con ironía y una pequeña risa—. Ya vi que no tienes sentido del humor.

—Y yo vi que no tienes seriedad.

Mi sonrisa desapareció, me acerqué a él y me paré firme. Se acabó el momento chistoso.

—Vas a llamar a Natalie ahora mismo. Si te responde, le preguntas una especie de lugar soñado, un lugar donde puedan ir solo los dos, y tú obviamente pagarás. Si no te responde, realizarás la misma invitación mientras le escribes mensajes hasta más no poder. Luego de haber programado su cita, se encontrarán, le llevarás un regalo humilde (chocolates, flores y necesariamente una carta), darás el mejor discurso de tu vida mientras le pides perdón, ella accederá esta vez, y tú, finalmente, no tendrás la necesidad de tirarte a otra camarera, o sea que podrás pensar en ti y en ella solamente. Podrás tirarte a alguien si quieres, pero será ella.

Reí. 

Sin responder una sola palabra, cumplí sus órdenes y llamé a Natalie siete veces. No respondió. Recurrí entonces al segundo método: llenar su bandeja de mensajes. Tampoco resultó. Los mensajes no llegaban, así que imaginé dos posibles decisiones que ella pudo haber tomado: Ignorarme o deprimirse.

Sinceramente, con lo poco que conozco a Natalie, puedo concluir que no tomó la segunda, por lo que llegué a la conclusión de que quería ignorarme.

—¿Y ahora qué? —Pregunté desilusionado.

—Hay una frase mencionada demasiadas veces. Es de ese tipo de frases que parecen clichés, aburridas o insignificantes hasta que llega el momento de usarlas.

—¿Cuál es?

—"El que persevera alcanza".

—Sí. Pues yo creé una: "al espejo que me joda, le parto la madre".

—¿No sería mejor "le parto los vidrios"?

Pongo los ojos en blanco y le enseño el dedo del medio.

—Nunca me cansaré de estas conversaciones —bromeó.

—Yo sí.

A pesar de mis interminables intentos por ignorar sus consejos y peticiones, supongo que no me queda de otra. Tendré que "perseverar y alcanzar".



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¡Hola!

Sí, lo sé. Sé lo que estás pensando: "cinco días sin actualizar, ¿y de verdad sales con esas mamadas?"

Creo que debo disculparme y decirles que lo que se viene es mucho mejor. También les agradezco la espera y paciencia.


No olviden que los amo :3

-MCB

Mi espejo y yo [Terminada]Where stories live. Discover now