Capítulo 5

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V




—¿Conoce el nombre de Martin Schezzard, señor Valdis?

—¿Martin Schezzard? —Los ojos de Elledan, dos grandes bolas de fuego violáceo, se volvieron hacia el cristal tras el cual se encontraba Kriegger en busca de ayuda.

Su hermana se limitó a negar con la cabeza con suavidad.

—Lo lamento, praetor Verner, pero no conocemos a nadie con ese nombre. Como bien sabe, mi hermano y yo acabamos de despertar tras tres largos años en los que el sistema de reinserción social ha borrado todos nuestros recuerdos. Puede que en el pasado lo conociésemos, pero si fue así, ya no somos conscientes de ello.

Verner le había pedido que aguardase tras el cristal tintado durante todo el interrogatorio, pero tras una hora de preguntas a las que los hermanos no supieron responder, Lucius se retiró. Una vez fuera, buscó a Mortel y juntos se retiraron hacia la sala de entrenamiento donde el resto de miembros de la compañía estaban entrenando. La Valkirie había entrado al fin en el sector Anathema, y era cuestión de días que alcanzasen el planeta Démeter.

Encontraron a toda la compañía entrenando duramente bajo las órdenes de Adler Braven. Para la ocasión, el captain había elegido un programa dividido en dos partes. La primera guiaba a los combatientes hasta el corazón de Tantrom, invitándoles a investigar y descubrir los misterios de la ciudad muerta. Tres horas después, se iniciaba la segunda parte del programa: un asalto perpetuado por la organización terrorista Mandrágora.

Lucius retomó el mando situándose frente a la consola de control. Echó una ojeada a los niveles de agresividad alcanzados por los suyos y el tanto por cierto de acierto en los disparos. Por el momento, la batalla estaba siendo controlada por el 9, pero pronto la cosa cambiaría si no empezaban a variar sus posiciones.

Ordenó a Morten que informase a la Doctora del número de heridos de la sesión. En la mayoría de los casos las heridas eran leves, pues los autómatas empleaban armamento de entrenamiento, pero de vez en cuando había algún que otro tropezón o caída capaz de romper huesos. De hecho, había ciertas localizaciones preparadas para ello. Un desfiladero con el suelo aceitoso, unas escaleras llenas de gravilla, la tapa de una alcantarilla suelta... A simple vista aquellas trampas parecían un simple juego de niños, pero en el estado de tensión en el que entraban los bellator durante los asaltos, aquellas nimiedades se convertían en bombas de relojería con las que Kriegger pretendía ponerles a prueba.

Kriegger trató de concentrarse en las imágenes que emitían las pantallas. Sabía que el mejor método para olvidar el mensaje de la noche anterior era conectarse a la red y observar así los movimientos de los suyos desde dentro, pero no se sentía con ánimos. Después de lo de ayer su concepto sobre el futuro había cambiado, y tenía serias dudas sobre el camino a seguir. Lógicamente, su animadversión hacia los miembros de Tempestad seguía estando allí, al igual que las nuevas dudas generadas por la información de Verner, pero sabía que, al menos por el momento, era algo secundario. El problema real se centraba en los hermanos, y más en concreto en el poco tiempo que les quedaba a bordo.

Lucius no sabía qué hacer.

Hasta entonces había confiado en las palabras de Sena Valdis, pero tras el aviso de Tempestad sobre su capacidad para la mentira y el engaño, Kriegger se sentía confuso. No cabía duda de que los hermanos habían tenido que luchar para sobrevivir, pero jamás imaginó que aquellos actos podrían llegar a ser considerados delictivos. Perseguidos por asesinato... el mero hecho de pensar en ello le ponía nervioso. Lucius se sentía engañado, pero aún no sabía por quien. Deseaba poder creer en Tempestad, pues en el fondo formaban parte de su bando, pero el instinto se lo impedía. También quería poder creer en Sena, la telépata que tanto había confiado en él desde el principio, pero no podía pasar por alto la advertencia. ¿Acaso no había logrado ganarse su confianza demasiado pronto?

Sujeto 5.555Where stories live. Discover now