Capítulo 9

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IX



Les seguían muy de cerca. Tras dos horas de conducción, Gala había dejado atrás las carreteras de montaña para internarse en un frondoso bosque donde la visibilidad era totalmente nula. La joven, conocedora del terreno, maniobraba con destreza como, esquivando los árboles, pero paulatinamente la tensión iba minando su determinación. Además, los neumáticos habían empezado a resbalar sobre las placas de hielo, lo que provocaba que el vehículo fuese dando tumbos, raspando los laterales con las ramas bajas y chocando contra los troncos.

Desde los asientos posteriores, Kriegger observaba a través de los restos de la luneta trasera cómo las luces de los focos delanteros del vehículo enemigo iban aumentando de tamaño. La persecución había empezado con más de cuatro transportes de gran tamaño persiguiéndoles a través de los senderos de las montañas, pero una vez atravesados los límites del bosque, tan solo uno de ellos les seguía.

Kriegger era consciente de que la situación era muy complicada. Gala gozaba de unas magníficas dotes para la conducción, pero sabía que eso no era suficiente. Los miembros de Tempestad eran hombres y mujeres nacidos para vencer la más cruenta batalla, y no se lo iban a poner fácil.

—Gala...

—¡No me pongas más nerviosa, Schnider! ¡O Kriegger! ¡O cómo demonios te llames!

—Deberías hablarle con más respeto —advirtió Sena, desde el asiento trasero—. Es un praetor de la flota Spectrum.

—Como si es el mismísimo rex de este jodido sistema, ¡me da igual! ¡Estáis en mi raxor!

—Necesitamos que vaya más deprisa, señorita. —Apuntó Verner, con los ojos cerrados y la piel blanca como la nieve. Gruesos chorreones de sudor corrían por su cara—. Mucho más rápido.

—Exacto: les tenderemos una trampa.

Gala maldijo entre dientes más por rebeldía que por rechazo, pero obedeció las órdenes. Lanzó un rápido vistazo por el retrovisor y, no sin antes advertirles que posiblemente morirían en el intento, apretó la palanca de aceleración.

Las ruedas chirriaron en la nieve cuando Gala dio giró bruscamente los mandos. Hizo virar el vehículo casi noventa grados y tomó una nueva trayectoria en la que los árboles parecían estar más separados entre sí. Aceleró el motor hasta hacer vibrar el raxor entero y, concentrándose al máximo en no estrellarse contra ningún tronco, fue serpenteando entre los árboles hasta que las luces persecutoras se perdieron en la oscuridad.

Durante el demencial avance una rama demasiado baja les arrancó el retrovisor derecho de cuajo. A pesar de ello, Gala logró mantener el control del raxor hasta que la llanura se convirtió en pendiente. A partir de entonces, el raxor empezó a resbalar por el hielo y la velocidad fue aumentando hasta tal punto que, inevitablemente, acabaron estrellándose lateralmente contra un árbol. El raxor giró sobre sí mismo hasta acabar chocando contra un antiguo depósito de madera abandonado.




Con la cabeza aún dándole vueltas y el sabor de la sangre por haberse mordido la lengua en la garganta, Kriegger escuchó a Gala apagar el motor con las manos temblorosas. A su lado, Elledan miraba el horizonte con el rostro contraído en una mueca de terror. Para su sorpresa, no habían muerto. Se habían estrellado, sí, pero estaban vivos. Sorprendentemente vivos.

Sujeto 5.555Where stories live. Discover now