Epílogo

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EPÍLOGO

Antes de entrar a la sala de reuniones, Kriegger se preguntó qué iba a decir.

Su nuevo objetivo era claro, pero no tanto el modo de alcanzarlo. De haber podido, Lucius habría viajado hasta el planeta Naastrand a bordo de la Valkirie, pero sabía que no podía permitírselo. Necesitaban cambiar de nave y para ello primero tendrían que viajar hasta algún puerto orbital lo suficientemente al margen de la ley de Lightling como para poder comprarla sin levantar sospechas.

Pero no solo el comprar la nueva nave era el motivo por el cual tenían que desviarse. De todos los supervivientes de la nave, muy pocos eran los que querían seguir el viaje, y Kriegger comprendía el porqué. Después de tanto tiempo siendo rehenes de Spectrum había llegado el momento de iniciar una vida nueva al margen de la realidad, y el único modo de hacerlo era apartándose de todo lo que pudiese relacionarles con su pasado.

A pesar de desearlo en el fondo de su corazón, Kriegger sabía que no podía acompañarles. En caso de sobrevivir a lo que le futuro le deparaba, cosa que dudaba, quizás se plantease iniciar una nueva vida al margen de todo cuanto le rodeaba. Pero eso sería mucho más adelante. Por el momento tenía que concentrarse en el futuro más inminente, y ese se hallaba junto a sus más cercanos aliados y amigos.

Todos se levantaron cuando Kriegger entró en la sala ayudado por las muletas. Las heridas sufridas durante el enfrentamiento a Devonicova habían sido graves, pero gracias a la Doctora había logrado recuperarse rápidamente de ellas. Lykke, en cambio, no tuvo posibilidad alguna. La bala le atravesó el cráneo limpiamente, y ni tan siquiera una rápida intervención por parte del equipo médico pudo ayudarle.

Pero Lykke no había sido la única víctima de Devonicova. La mano que Kriegger había creído recuperado gracias a la intervención de los miembros de Tempestad era en realidad una prótesis metálica cubierta por piel sintética que, aunque hasta entonces no había descubierto, ahora se había convertido en el recuerdo más vívido de lo ocurrido en Démeter.

Morten y Daga también habían sido sus víctimas, al igual que Tunner, Fuchs, Erich Imya y el Doctor. De los cuatro últimos tan solo les quedaba ya el recuerdo, pues sus cadáveres habían sido enterrados en las gélidas tierras del planeta de hielo, pero de Morten y Daga aún quedaba mucho, o al menos eso era lo que Kriegger deseaba pensar. Minutos después de llegar a la nave, Morten había caído inconsciente, y según los informes de la Doctora, posiblemente el tremendo golpe en la cabeza durante la huída era el culpable. Los análisis y las pruebas hablaban de altas probabilidades de que acabase recuperándose tras pasar unos cuantos días en uno de los tanques de regeneración, pero Ever prefería no asegurar nada. El caso de Daga, en cambio, era mucho más complejo. La bellum había sufrido graves heridas durante el ataque de Albia, y por aquel entonces su vida pendía de un hilo. La Doctora había logrado estabilizarla, pero mientras su cuerpo no reaccionase ante los fármacos, poco más podría hacer por salvarla.

Kriegger saludó con un ligero ademán de cabeza a los hombres allí presentes. Sentados alrededor de la mesa, sus más cercanos aliados y amigos llevaban horas esperando su regreso de entre los muertos para poder al fin iniciar sus nuevas vidas a bordo.

—Amigos, me alegro de volver a veros. Esta vez estuvo demasiado cerca.

Adelbert Verner, Sena y Elledan Valdis, Adler Braven, John Roth, la Doctora Ever, Kenneth Birgman… le hubiese gustado poder agradecerles uno a uno todo su sacrificio, pero sabía que no era el momento. A partir de ahora tendrían mucho tiempo para hacerlo.

Todo el tiempo del mundo.

—¿Qué nuevas hay?

—Nos dirigimos hacia el planeta Sátiro, praetor —anunció Adler—. Tardaremos casi un mes en llegar, pero allí encontraremos el puerto espacial más seguro de la zona. El Capitán me ha informado de que tiene varios contactos allí por lo que imagino que con un poco de suerte podremos vender la Valkirie y comprar una nave nueva.

—Perfecto. ¿Qué hay de tus hombres, Kenneth? ¿La decisión de partir es definitiva?

El hombre asintió con brevedad. Horas antes, después de despertar en la enfermería, le había informado de sus planes, pero hasta que no lo dijera abiertamente, Kenneth sabía que no era definitivo. De hecho, hasta que no dejase la Valkirie y la viese alejarse no sería definitivo.

A pesar de ello, necesitaba que todos los supiesen.

—El planeta Trantoss lleva casi diez años siendo atacado por piratas espaciales. Hasta ahora han sido más de doscientos los comunicados que han enviado a Spectrum, pero nadie les escucha. Están totalmente abandonados, y todo porque no es un planeta con recursos —explicó el captain con brevedad—. Es un destino cercano, pero lo suficientemente apartado de la realidad como para poder empezar desde cero. —Kenneth hizo una breve pausa para coger aire. A pesar de sus intentos por parecer calmado, no podía evitar que incluso la voz le temblara ante lo que, al menos bajo el punto de algunos, podría considerarse una deserción—. Lo lamento, pero ese es nuestro objetivo. Quizás para Lightling hayamos muerto, pero mientras quede uno de los nuestros con vida, la misión seguirá adelante.

—Lightling no tiene ni idea de lo que ha perdido con vosotros. —Kriegger le dedicó una cálida sonrisa—. Nos habéis sido de gran ayuda, Birgman. Sin vosotros ahora estaríamos todos muertos, y eso es algo que te aseguro que no voy a poder olvidar jamás. —A pesar de poder seguir hablando largo y tendido sobre lo sucedido, Kriegger prefirió dar por finalizado aquel tema con un simple apretón de manos—. Imagino que gran parte de los occulus de abordo se unirán a vosotros.

—Y serán bienvenidos, sin duda. ¿Pero y qué hay de ustedes? ¿Están decididos a viajar hasta Naastrand? Si lo quisiera podría venir con nosotros, Kriegger. Lo sabe.

—Lo sé y te lo agradezco, pero me temo que, al igual que tú, nosotros también tenemos un cometido en la vida del que ni tan siquiera Lightling va a poder separarnos.

—Así pues, ¿es definitivo?

Antes de responder, Kriegger dedicó una rápida mirada a todos los presentes. A pesar de saber que estaban a punto de iniciar una vida llena de peligros que seguramente les llevaría a la muerte, ninguno parecía asustado. Al contrario. Atrás quedaban los temores irracionales y las dudas. Estaban decididos. Decididos a combatir y sufrir; a vivir como proscritos y moverse entre las sombras.

A ver morir a los suyos y a vivir el resto de su existencia con miedo.

Estaban decididos a enfrentarse a Tempestad.

—Totalmente.

FIN

Sujeto 5.555Where stories live. Discover now