Capítulo 15

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XV

El mundo daba vueltas a su alrededor.

No sabía cuántas horas habían pasado desde que les capturaron en los Caños, pero ya tampoco le importaba. Kriegger sabía que aquel era su final.

Un día cualquiera, Lucius despertó tirado en el suelo de una gélida celda de paredes blancas y suelo de hielo. A lo largo de aquellas semanas había pasado mucho frío en Démeter, pero las bajas temperaturas sufridas no eran comparables a la sensación de hipotermia de aquel momento. En absoluto comparables. Aquello era poco menos que el mismísimo infierno. Muy lentamente, Kriegger volvió la mirada a su alrededor en busca del motivo de su despertar. Normalmente la falta de sueño o el dolor eran los causantes. En aquella ocasión, el motivo era totalmente distinto. Tal y como se temía, además de hacer frío, el suelo estaba encharcado por lo que el grado de humedad aumentaba hasta tal punto que resultaba prácticamente imposible mantenerse seco.

Así era imposible poder descansar.

Las heridas le complicaron el ascenso al camastro. En la mayoría de los casos no eran más que arañazos y rozaduras, pero la rotura de varias costillas y los golpes en la mandíbula habían logrado causarle grandes estragos. La muñeca rota, en cambio, ni tan siquiera le molestaba. Se la habían enyesado, y a costa de fármacos y calmantes habían logrado que pasara a un segundo plano.

Kriegger se arrastró sobre el hielo hasta alcanzar el colchón ennegrecido. Apoyó los brazos sobre este y se impulsó. Una vez sobre su dura superficie se cubrió con las sábanas. Unas sábanas sucias y mohosas que, al igual que el colchón, evidenciaban que Tempestad no había hecho ningún tipo de inversión en aquellas instalaciones.

Ya en la cama, fijó la mirada en el techo. A diferencia de las paredes, este parecía quedar fuera del alcance de la luz de los farolillos blancos que iluminaban incesantemente la sala, dando así la sensación de que engullía la luz.

Kriegger sospechaba que en realidad no tenía final.

La sala era muy pequeña. El praetor calculaba que no medía más de dos metros de ancho y cuatro de largo, y no se equivocaba. La cama estaba prácticamente encajada, dejando espacio únicamente para el estrecho pasillo donde había despertado.

La sensación de claustrofobia era alarmante. Tras permanecer tendido sobre la cama casi dos horas, Kriegger logró recuperar las suficientes fuerzas como para decidir moverse. Se dejó caer pesadamente en el suelo, y con los pies desnudos, deambuló por el hielo y los charcos hasta alcanzar la puerta. Más allá del grueso muro de hierro y madera le aguardaba un silencioso y gélido corredor donde otras tantas celdas permanecían ocultas en la oscuridad.

Apenas recordaba nada desde el final de la batalla. El engaño de Morten había surgido efecto, pues Devonicova únicamente poseía una descripción física a la que Valdis y Ravenblut correspondían, pero sospechaba que no tardarían demasiado en descubrir la verdad. Afortunadamente para todos, Adler sabría cómo invertir aquel tiempo.

El siguiente recuerdo que Kriegger poseía de la batalla era el momento en el que les habían repartido en distintos vehículos. Una vez en su interior, maniatado y demasiado cansado como para intentar resistirse, le inyectaron algo en la nuca. A partir de entonces todo se volvió difuso. Sueños, pesadillas, recuerdos... una auténtica avalancha de imágenes sin sentido que le había acompañado durante el viaje hasta el despertar.

Las primeras horas se desarrollaban con enervante lentitud. Ya totalmente despejado, Lucius pasaba el tiempo tratando de captar movimiento más allá de la puerta sin éxito alguno. Al parecer estaba solo.

Absolutamente solo.

Se subió de nuevo a la cama, y tras taparse con las sábanas, estudió en silencio el deshielo. Tenía suerte de que al menos le hubiesen dejado el uniforme; el paradero de las botas, en cambio, era un auténtico misterio.

Sujeto 5.555Where stories live. Discover now