Prólogo.

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De su bolso quito el móvil y fijó su vista en la pantalla para corroborar si tenía algún mensaje de su prima, Natalie, quien se encontraba en ese preciso instante trabajando dentro de aquella enorme casa.

Los minutos pasaron lentos y atormentadores, y luego de impacientarse decidió marcar el número para llamarla, no podía esperar mas por ella, aun quedaban cajas en el departamento que desempacar, debido a la mudanza, y cosas que organizar antes de tener su primera entrevista de trabajo al día siguiente por la mañana. El teléfono timbro unas cuantas veces antes de mandarla al buzón de voz, así que tomó la decisión de irla a buscarla por sus propios medios.

Entre bufidos cruzó la calle, era increíble, la casa ocupaba casi toda una manzana, la cola de autos era impresionante, debía de ser una gran fiesta la que estaban dando. Rejas altas se alzaron ante su figura; el portero se acercó y antes de que ella pudiese decir algo él se le adelantó.

—Usted debe ser la camarera que estaba faltando—sonrió.

Ella frunció el ceño, no era una camarera, era una chica ordinaria que acababa de mudarse a Nueva York, que se veía en la obligación de ir por su prima, quien debía de haber salido hacía horas del trabajo…pero, si ella se explicaba con eso tal vez no lograría entrar, así que, aunque odiaba mentir, hizo lo indispensable.

—S-Si, lo soy—balbuceo.

La música se coló por sus oídos en cuanto entró.  La fiesta se estaba dando al aire libre sobre un césped de gran extensión,  verde y perfectamente cuidado. Se habían colocado mesas redondas que eran adornadas por blancos y finos manteles, y sobre ellos flores de todos colores y aromas.

Una mesa servida con un gran bufete; invitados bebiendo de sus copas de champagne y platicando. Se avergonzó al instante de cómo se encontraba vestida—con unos cortos shorts, una blusa de tirantes poco formal, unas simples zapatillas y un bolso de cuero que colgaba hasta su cadera. Recordó que se encontraba en un barrio de gente refinada, y que alguien como ella (de economía media) jamás encajaría en lugares como ese.

Se maldijo a sí misma. La próxima vez debía de pensárselo dos veces antes de tomar una decisión que pudiese meterla en apuros.

Para su suerte logró pasar desapercibida, y llegar hasta la puerta de la casa, en algún lugar debía de encontrarse su prima...pero ¿dónde? era la pregunta. Luego de traspasar el salón atestado de gente y  llegar a la cocina; se centró en localizar la cabellera rubia correspondiente a Natalie.

Soltó un suspiro, y su mirada vagó por cada rincón.

Una mujer que se encontraba bajando las escaleras enfoco su vista en ella, y luego de analizarla de pies a cabeza, frunció el ceño y se acercó. Pareciera estar entre los cuarenta o cincuenta, y llevaba consigo un vestido bastante ajustado, que le llegaba unos dedos más arriba de las rodillas.  

—¡Al fin llegas!—exclamó indignada mientras dejaba caer sus brazos a cada lado de su cuerpo—estamos atareados y necesitábamos mas camareras, Harry debería de bajarles las ganancias por llegar tan tarde—reprochó—el uniforme se encuentra en la cocina, no tienes que hacer más que servir, y sonreír; ¿de acuerdo?—le dió a Samantha leves empujones para que se pusiera en marcha. 

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