Capítulo 12.

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Podemos construir un universo aquí mismo, y el mundo desaparecería, no lo notaríamos, no nos importaría. —Uncover” 

La mañana contigua no había sido una de mis mejores. Desde el comienzo supe que aquel no sería para nada mi día de suerte.

Quedarme dormida no era muy propio mío, así que cuando sucedió realmente enloquecí. Prácticamente salté de la cama, obvié el desayuno y me di la ducha más rápida que jamás me había dado en la vida. Mi pelo estaba más histérico de lo normal y el calor que se había levantado en la ciudad de Nueva York era intolerable.

No tenía ganas de saber qué sería lo siguiente en la lista.

Mi dedo presionó eufóricamente el botón del ascensor una vez que estuve dentro de la empresa, a la espera de que éste descendiera mientras acomodaba con los dedos de mi mano derecha las hebras de mi enloquecido cabello. Las manos me sudaban de calor y rogaba para que Harry aun no hubiese llegado a la empresa. No quería hablar con él siquiera para darle explicaciones de por qué llegaba media hora tarde a mi trabajo. Odiaba la impuntualidad.

Suspiré prolongadamente cuando el ascensor bajó y soltó el pequeño ruidito que hace cuando las puertas se abren. Y cuando creía que nada más podía pasarme, Harry apareció frente a mis ojos.

Sí, definitivamente ese no era mi día.

La sorpresa se vio reflejado en su rostro, alzó sus cejas y luego miró la hora en su reloj de muñeca. Silbó por lo bajo y rasqué mi nuca inquietamente llevando todo el peso a una pierna sola. Finalmente su mirada se posó en mis pies recorriendo mis piernas indiscretamente y acabando en mis ojos.

Me sonrojé.

—Un poco tarde —sonrió ladeadamente y se hizo a un lado para permitirme la entrada al ascensor. Algo que hice un poco incómoda.

—S-sí, lo siento, no va a volver a pasar.

Mi primera infracción en tres semanas de trabajo, sabía que tampoco debía ser muy exagerado con eso. Yo era probablemente la persona más puntual de toda la empresa, había días que hasta llegaba quince minutos antes, por una vez…

—Luego me darás las merecidas explicaciones —sus palabras acallaron mis pensamientos. Quise rodar los ojos por su tono autoritario de voz. Me estaba tratando con indiferencia, como a cualquier otra empleada.

“¿Y por qué no estás feliz? ¿No era acaso eso lo que querías?” mi conciencia ironizó recordándome que era aquello lo que le había pedido explícitamente a Harry. Debería estar feliz, sí, del camino que estaban tomando las cosas entre nosotros, poco a poco nuestra relación volvía a transformase en únicamente laboral, sin embargo jamás había imaginado que iba a ser tan duro de sobrellevar. Me dolía en alguna parte del pecho.

Sin duda alguna, Harry autoritario era la primera y probablemente no la última faceta que comenzaba a odiar de él

Se formó un silencio mientras ascendíamos al piso. Trataba de mantener con él la mayor de las distancias. Quería llegar de una vez por todas a mi oficina y hundirme en trabajo para distraerme y no pensar. Harry remangó la camisa blanca que llevaba hasta sus codos, ésta se transparentaba y no sólo dejaba a la vista los múltiples tatuajes que adornaban su torso y brazos –aquellos que había descubierto el día que nos besamos–, sino que también dejaba a la vista sus trabajados bíceps que se marcaban cuando remangaba. Lo hacía tan lentamente que podía jurar que era a propósito.

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