Capítulo 5.

45.3K 1.7K 121
                                    

El irritante sonido del despertador me sacó del sueño. Abrí mis párpados lentamente y los entrecerré cuando hicieron contacto con la luz matutina que se colaba por las cortinas. Solté un bostezo profundo y viré mi vista al reloj que yacía en la mesa de noche a mi lado, éste marcaba las siete en punto. Bufé y estiré mi mano para acallar el sonido. A regañadientes me dispuse a tomar ropa limpia del armario y darme una ducha para espabilarme.

Media hora más tarde, aparecí por la cocina para tomar el desayuno. Natalie se encontraba allí preparando café para amabas, era su especialidad. Se volvió hacia mí y me sonrió en forma de saludo mientras me tendía la taza humeante. Tomé asiento sobre un taburete, frente a ella.

—Deberías preparar el café todas las mañanas, son tu especialidad —sonreí divertida mientras untaba en queso una tostada, ella alzó hacia mí una ceja—. ¿Qué? —inquirí sonriente dándole a la tostada una mordida.

—Eres una descarada, Samantha —rió—. ¡Soy yo quien prepara el desayuno todas las mañanas!

—Aun no entiendo por qué trabajas medio turno de mesera en la cafetería pero a su vez trabajas en la casa de Harry.

—Estoy ahorrando para un viaje a Barcelona, para las fiestas —explicó, le dio un trago a su café y comenzó a hojear un libro de cocina que tenía a un lado—. Aparte, trabajo solamente en la casa de los Styles cuando organizan algún evento, y eso… —agregó sin despegar la vista del libro mientras sus manos pasaban una por una las hojas.

Miré la hora en mi reloj y abrí mis ojos en sorpresa al notar que, si no me movía rápido, llegaría tarde al trabajo. Dejé la taza a medio terminar sobre la isla de la cocina y bajé del taburete para tomar el bolso de la sala, quitando de éste las llaves del coche.

—Regresa temprano para llevarme al trabajo, no lo olvides —recordó Natalie apareciendo por la sala y dejando caer su cuerpo sobre el sillón a la vez que tomaba el mano de la televisión.

Asentí con la cabeza. —No lo olvidaré. —me acerque a saludarla para luego salir por la puerta; sintiendo a mis espaldas la sonrisa divertida de mi prima.

El tráfico en las calles se encontraba ligero, lo que me ahorró minutos para llegar a la empresa. Una vez dentro tomé el ascensor y mis dedos marcaron el número de piso donde se encontraba mi oficina. En espera a que el cubículo subiera, mis dedos tamborilearon inquietamente sobre el bolso que colgaba de mi hombro y mi vista se fijaba en el número de piso que poco a poco ascendía. Las puertas se abrieron y salí rápida y distraídamente, provocando el choque de mi cuerpo contra el de otra persona. Me tambaleé hacia atrás y alcé mi vista para encontrarme con una sonrisa que poco a poco se ensanchaba y unos ojos verdes, resplandeciendo.

—Oh, —murmuré, tambaleándome levemente hacia atrás.

BarredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora