Capítulo 3.

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La chica de cabellos oscuros estaba subiendo las escaleras hasta la azotea del edificio, que no contaba con más de ocho pisos. La noche había caído ya hacía mucho rato, sin embargo, era viernes y no tenía por qué acostarse tan temprano.

Por lo tanto, aprovechó la ocasión para subir al tejado; era ya una antigua costumbre, en dondequiera que estuviese. Apenas abrió la puerta sintió el frío aire nocturno chocar con sus mejillas, y como si se tratase de un reflejo, se abrazó a sí misma por encima de su suéter de algodón. Aunque le gustaba mucho el frío.

Pero la chica no estaba sola en el tejado, y se percató de ello cuando vio al chico de cabello castaño sentado al borde del edificio, observando la ciudad con tanta calma que no parecía realmente estar ahí. No llevaba mucho tiempo en el edificio, por lo que a pesar de solo verle la espalda no lograba reconocerle.

—Linda noche —piensa en voz alta, a propósito, cuando va a mitad de camino desde la puerta hasta el murillo del borde.

El joven la mira. Parker estaba sumido completamente en sus pensamientos y no se dio cuenta de que poseía compañía. Pero siempre había preferido estar solo.  Murmura un «sí», asintiendo, aunque más para él que para la chica. La mira de reojo cuando ella se apoya los brazos encima del muro.

—Nueva York es muy bonita —vuelve a hablar, intentando disparatar un poco y sacar algún tema viable—, es una jungla de luces.

Sabía que no era una muchacha muy extrovertida, pero hacía muchísimo que no mantenía una conversación con alguien de su edad —o que al menos parecía tenerla—, así que, ¿por qué no?

—Aunque es más linda si la miras de lejos —analizó justo después de haber soltado la frase anterior—, todo es hermoso y perfecto hasta que te adentras en la realidad.

—Nada es lo que parece —contesta el joven, en un intento de seguirle el hilo al asunto, y enseguida sintiendo que había fracasado.

Peter estaba consciente de que no era bueno con las chicas. No era bueno para hablar con ellas. No era bueno para caerles bien. No era bueno para tener amigas. No era bueno para eso en ningún aspecto. No era bueno para socializar siquiera.

—Quisiera poder vivir en el centro de la ciudad.

—Yo también —dijo esta vez sin ninguna clase de titubeos, pues era algo en lo que concordaba con ella y con cualquiera que se lo dijese.

—Sería divertido poder salir en las noches y perderse entre las luces de la ciudad.

El muchacho frunció el rostro, con una sonrisa forzada y fingida; no era de quienes salían a ningún sitio, ni solo ni acompañado.

—Supongo —se limitó a responderle, encogiéndose de hombros, para no quedar tan mal ante ella, pero tampoco pretender ser alguien que no era.

Peter siguió viéndola, esta vez girando la cabeza un poco más hacia ella, percatándose entonces de sus gruesas cejas y sus largas pestañas, aunque sin notar demasiado el color de sus ojos por la oscuridad de la noche.

No la reconocía de nada, por lo que dedujo que quizás no iba a su escuela. La chica se subió la manga del suéter hasta el hombro, que en un descuido parecía habérsele deslizado, descubriéndola un poco.

—¿No te molesta el frío? —preguntó volviéndose hacia él; al ver al chico con su camiseta de mangas cortas, se imaginó que en realidad no le importaba. A Peter esto le tomó por sorpresa, pues éste no esperaba que le descubriera mirándola.

—No, no realmente —el adolescente de ojos cafés negó ligeramente con la cabeza, devolviendo con algo de pena la vista hacia la ciudad llena de luces de neón—. Es decir, me da igual, uso muchas sudaderas y... y eso.

Ella asiente con la cabeza, intentando comentarle que más o menos comprendía a qué se refería y que estaban en las mismas. Peter por su parte estaba maquinando en su cabeza si de casualidad era ese el momento en que debía decirle su nombre.

¿O acaso debía esperar a que ella lo preguntara?

¿Tenía que preguntárselo él?

Tenía algo de miedo por decir algo y que eso no fuese lo que realmente debía cuando se hablaba con una chica, pues hablaba con pocas, por no decir ninguna. Decidió empezar por algo un poco más trivial.

—¿Vives aquí?

—En el piso cuatro —dice ella, dándose la vuelta para apoyar su espalda baja en el muro de la azotea, para estarse un poco más cómoda—, ¿y tú?

—En el siete, el apartamento de la izquierda.

—Ahora sé dónde buscarte si necesito una taza de azúcar.

Peter sonrió gracias a su comentario; una de las únicas sonrisas que se había podido permitir soltar en la última semana, luego de haberse frustrado tanto entre la escuela y ser un héroe.

—Este es el momento en el que debes decirme tu nombre, y luego yo te digo el mío —dijo codeándole, como si por arte de magia hubiese leído la mente de Peter, cosa que le alteró un poco porque no se le ocurrió antes, pero a la vez lo tranquilizó porque confirmó sus dudas acerca de cómo continuar una conversación.

—Me llamo Parker —contestó, diciendo su apellido y confundiendo un poco a la muchacha, quien enseguida sonrió y levantó las cejas.

Peter, de los nervios, había confundido su nombre con su apellido.

—Es decir. Peter —se corrigió enseguida, teniendo ganas de abofetearse a sí mismo por semejante estupidez—, Peter Parker. Parker es mi apellido.

—Está bien, Parker —se burló ella aún entre risas.

La chica sintió el impulso de sonreír, y no quiso siquiera esperar a que él le preguntase su nombre; se lo dijo sin titubeos y como si nada.

—Yo me llamo Sarah.


n/a: no soy el tipo de persona que publica tan seguido, pero quería ya poner este capítulo bc Sarah bueh, los jamo, bai

City Lights | Peter ParkerHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin