Capítulo 9.

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—¿Con quién saldrás? —preguntó su tía May, por casi enésima vez aquella noche.

—Con una amiga mía.

La mujer colocó los brazos en jarra y abrió la boca con un nivel de sorpresa increíble, levantando las cejas tanto como los músculos de su frente le permitían.

—¿Y desde cuándo tienes tú amigas?

El castaño se encogió de hombros, dirigiendo su vista ligeramente sonrojado de vuelta a su tía, quien se encontraba en la cocina mientras Peter se miraba repetidas veces en el espejo de la pared de la estancia.

—Mi niño es todo un hombre —murmuró la mujer en voz baja, aunque Peter pudo escucharla de todos los modos y se limitó a negar con la cabeza.

Dos semanas después de que Sarah tuviese que dedicarse todas las noches a convencer a Peter de que salir juntos un día a hacer algo un poco diferente no les haría ningún daño, se encontraban caminando en las calles del centro de la ciudad, con bolsas de plástico del supermercado en sus manos, repletas de comida y cosas que ambos disfrutaban de comer.

Ella se encontraba vestida con sus vaqueros rasgados, sus tenis negros, una blusa holgada y sencilla, y una sudadera negra con un dibujo de un corazón que aparentaba haber sido hecho a lápiz. Peter vestía bastante parecido, con una de sus camisetas que contenían mensajes irónicos con respecto a la física.

Colarse en el edificio no fue nada difícil para el chico arácnido, pero intentaba aparentar que le costaba un poco, para no ser tan obvio al respecto.

En un principio, Parker se había sentido un poco mal consigo mismo por estarse tomando la noche libre, pero estar con esta chica que tanto apreciaba, realmente lo valía. Subir a la azotea se convirtió en un juego de carrerilla entre ambos jóvenes, quienes entre risas y cargando con el peso de las bolsas, iban escaleras arriba.

Peter pensó en que lo ideal hubiese sido aparentar cansancio; no se cansaba tan fácilmente, como era obvio. Pero vio que Sarah tampoco paraba, y no se veía tan casada, así que... ¿para qué?

Una vez allí, se montaron su propio picnic, repleto de sándwiches de mantequilla de maní, de mermelada de frutas y de queso de hierbas. Galletas de chocolate y con chispas por todos lados. Refrescos saborizados y probablemente con exceso de azúcar. Helado a medio derretir y grasosas botanas con mucho colorante.

¿Qué importaba? Se la estaban pasando bien. Peter se lamentó a sí mismo haber dudado tanto de la propuesta de Sarah, ¡no recordaba la última vez en que se lo había pasado tan bien un viernes por la noche! Apreciaba el hecho de que se tratase de algo simple; algo íntimo, solo de los dos, haciendo algo que les gustaba hacer, como ver la ciudad en su mayor esplendor.

Sentados en el muro de la azotea, igual que en el edificio en que vivían, y con los pies al aire, Sarah colocó su cabeza en el hombro del muchacho castaño, y éste sintió cierto cosquilleo en su estómago, preguntándose si sería quizás la comida.

«Por favor, ¿a quién engaño?»

Cada vez que la chica rozaba su mano con la de él, cada vez que le daba un abrazo, cada vez que le decía lo tierno que era y lo mucho que le encantaba, cada vez que besaba su mejilla al llegar o al retirarse, cada vez siquiera que sonreía porque él hacía un chiste excesivamente malo; su estómago se removía sin cesar, sentía una presión extraña en el pecho y por un momento nada más tenía ningún sentido.

Y no le costó mucho caer en la cuenta de que esto sucedía desde que la conoció, y por más que seguía compartiendo con ella y ganando más confianza, la sensación no desaparecía. En menos tiempo del que se imaginaba, la chica había llegado a formar parte fundamental de sus pensamientos y sus noches.

City Lights | Peter ParkerМесто, где живут истории. Откройте их для себя