Before I Die

Capítulo 8: Perfetly In Love

La gente habla sobre el amor, sobre como se siente y sobre como se supone que es… pero hasta no sentirlo de verdad, no eres realmente conciente de todo lo que ellos dicen. Porque no se puede explicar o expresar con palabras como se siente estar enamorado.

Andrew tenía esa hermosa y perfecta manera de sonreír, pero incluso sus imperfecciones lucían como algo perfecto ante mis ojos, supongo que eso es amar. Para mí, él es perfecto. Estaba esperando parada junto a mi puerta, anoche él dijo que vendría a verme temprano en la mañana para llevarme a desayunar.

Cuando el timbre sonó abrí la puerta, olvidé por completo lo que mi madre decía sobre que una mujer debe hacerse la difícil para enganchar a un hombre, porque esta podría ser mi última oportunidad y siendo alguien como Andrew no podía, más bien no quería perderla.

—Hola…— dijo.

—Hola— dije.

Y luego se inclinó para besarme, no estaba segura si podría cansarme de besarlo alguna vez, supongo que no. Puse una mano en su mejilla y nos alejamos con una sonrisa en el rostro, desearía que pudiera ser así de perfecto siempre.

Tomo mi mano de camino al ascensor y una vez adentro no podíamos dejar de mirarnos. Aún me sentía nerviosa, pero con más seguridad porque sabía que él sentía lo mismo. Salimos del ascensor y caminamos fuera del hotel.

— ¿Quieres caminar?

—Sí— quizá, yo podría estar de acuerdo con cualquier cosa que él dijera.

Además de que acepte porque no quería soltar su mano, quería saber que estaba conmigo, justo aquí, justo ahora. Dos desconocidos que se enamoraron mucho antes de la primera cita.

— ¿Dónde vives? — me preguntó, lo mire con una sonrisa— me refiero a… ¿de dónde vienes? — por un segundo me sentí como un extraterrestre. Estuvimos en silencio unos minutos antes de reír— me gusta tu risa…

Me sonroje y tuve que cambiar de tema.

— ¿Crees en el destino? — le pregunté. Sonrió, mirando hacía el piso.

—Antes no…— murmuró.

— ¿Y ahora sí?

—Sí, porque te conocí. Pude haber conocido a cualquier chica pero extrañamente te conocí a ti.

— Supongo que tienes razón…— apreté su mano— así que, si realmente estamos destinados a estar juntos, nos volveremos a encontrar, ¿cierto?

Levantó una ceja diciendo: — Significa que no me dirás dónde vives, ni de dónde vienes…

Negué con mi cabeza juguetonamente. Me beso en la mejilla y susurró en mi oído.

—Entonces yo tampoco te lo diré…

Sonreí y él sonrió. ¿Había algo mejor que esto? Sólo quería disfrutarlo y olvidar todo, el lugar de dónde venía, ese lugar al que tendría que volver después de que las dos semanas terminaran. Llegamos a un pequeño restaurante con una hermosa vista hacía la playa, nos sentamos junto a la ventana y ordenamos.

— ¿Cuál es tu color favorito? — me preguntó, sonreí y lo mire, dejando el mar en segundo plano.

—Azul… como el mar y el cielo. — Sonrió— ¿el tuyo?

—Ammm…. Creo que el verde.

— ¿Crees? — Reímos— ¿Cómo no puedes estar seguro de tu color favorito?…

—Últimamente he estado muy indeciso— suspire.

— ¿Así que viniste aquí para alejarte de tus problemas? — probablemente esa pregunta era una afirmación mía, pero quería que él respondiera.

—Sí, algo así… sentía que si no salía de ese lugar lo más pronto posible iba a terminar volviéndome loco…

—Créeme, te entiendo— estiro su mano por sobre la mesa y tomó la mía.

— Ya no hay que hablar de eso, ¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza y solté su mano mientras el mesero nos servía la comida. No quería pensar en lo que me esperaba al volver a casa y estaba segura que él tampoco, en este punto de mi vida no me importaba lo que fuera a para mañana, si no lo que fuera a pasar ahora, entre él y yo. Porque yo sabía que estaba perfectamente enamorada y no quería arruinar eso.

Al terminar de comer, salimos a caminar por la playa, casi una hora completa. Sin decir una palabra sólo tomados de las manos mirando alrededor. ¿De haberle dicho quién era estaríamos así ahora? No puedo evitar ser desconfiada e insegura, pero él era guapo, simpático y casi perfecto.

Lo mire fijamente, mientras caminábamos, él me miro a mí y le sonreí.

— ¿Quieres ir a dar un paseo? — me preguntó mirando hacía alrededor, como si estuviera buscando algo perdido.

—Contigo, por supuesto.

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