Capítulo 33.

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Elizabeth Hunt

El recuerdo de sus labios sobre los míos no me había abandonado en toda la semana. Le quería. ¡Claro que le quería! Pero había algo dentro de mí que no paraba de repetirme que aquello no era posible, que yo nunca podría tener una relación normal con nadie, y menos con alguien como él. Odiaba esa parte tan negativa de mí, pero tampoco podía evitar darle la razón a veces. ¿A quién quería engañar? Probablemente él no volvería a mirarme a la cara si le contara lo que tanto me atormentaba.

O a lo mejor sí —replicaba otra vocecita—. ¿De verdad crees que Zayn es así? Seguro que sería al contrario. Te protegería, te cuidaría, te trataría como toda una princesa.

Un pitido me sacó de aquella lucha interna que mantenían dos partes de mí y dí las gracias al que en ese momento estaba mandándome un Whatsapp. Deslicé el dedo sobre la pantalla del móvil, deshaciendo el patrón de desbloqueo que tenía y vi su nombre en la pantalla. Pensé que después de haberme largado de aquella manera de la discoteca, dejándole sin ningún tipo de explicación tras nuestro beso, no querría volver a saber nada de mí, pero pasó justo todo lo contrario. No paró de mandarme mensajes y estuvimos hablando toda la semana a través del teléfono porque no habíamos podido seguir con las clases de skate debido a su apretada agenda esos días antes de volar a Los Ángeles.

"¿Tienes la maleta lista? Nos vemos en un par de horas en el aeropuerto."

Al principio, y más después del beso, pensaba no hacer aquel viaje, pero el chico de pelo negro había insistido tanto en que les acompañara que al final no había podido negarme.

"Estoy terminándola, ¡no me agobies, Malik!"

Volvió a sonar el mismo pitido mientras terminaba de meter algunos pantalones cortos en la maleta. Conseguí cerrarla sin mucho esfuerzo, la bajé de la cama y saqué otro conjunto del armario para cambiarme.

"No te agobio, solo te recuerdo a qué hora tienes que estar allí."

"¿Qué eres? ¿Una especie de agenda?" —envié mientras me dirigía al baño.

"Algo así, tendrás que pagarme por los servicios prestados, que lo sepas."

"Entonces, creo que podría prescindir de tus servicios."

Dejé el móvil encima de la repisa del lavabo y me metí en la ducha. Estuve un par de minutos solamente y cuando salí, enrollé una toalla alrededor de mi cuerpo y otra más pequeña en la cabeza para el pelo. Cogí el teléfono y, efectivamente, había vuelto a contestarme.

"Oye, tampoco iba a cobrarte demasiado...Con que salgas un día conmigo a cenar me vale."

"¿Me está pidiendo una cita, Malik?" —contesté y me dispuse a secarme el pelo con el secador, aunque no lo hice durante mucho tiempo: estábamos a mediados de julio y con el calor que hacía se me secaría solo. Recogí el baño, cogí el móvil y fui hasta la habitación.

"No voy pidiendo citas a chicas que después de besarnos salen corriendo."

Muy buena, Malik, pero no hace falta que me recuerdes lo tonta que soy.

"Pues entonces, ni cena ni nada. Y deja que me termine de arreglar, pesado, o no llegaré al aeropuerto a tiempo."

Le envié aquella frase y me puse a vestirme. Había elegido unos pantalones cortos vaqueros deshilachados con una camiseta negra con el logo de los Rolling Stone algo cortita, dejando visible mi ombligo. Me puse unas vans del color de la camiseta y terminé de guardar lo necesario en la pequeña mochila que llevaría. Me peiné y maquillé ligeramente, pintándome la raya inferior del ojo de color negro como habitualmente y alargando un poco más mis pestañas con algo de rímel. Una vez estuve lista, me colgué la mochila de un hombro y cogí la maleta con la mano derecha para salir de la habitación. Me había despedido de mi madre la noche anterior, había conseguido convencerla para que se fuera durante estos días con su hermana, así que, me aseguré de cerrar la puerta con la llave y caminé unos pasos por mi calle intentando encontrar un taxi que me llevara al aeropuerto. Bastantes minutos después me encontraba tirando de mi maleta intentando encontrar el sitio donde habíamos quedado todos en encontrarnos. A lo lejos vi unas cuantas manos agitándose y supuse que aquellos serían mis amigos. Me acerqué hasta allí y, efectivamente, eran ellos.

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